La Vanguardia

Indefensió­n

- Jaume Barberà

El 20 de enero, el epidemiólo­go por Harvard Eric Feigl-ding escribió, posiblemen­te, el tuit más importante y, como desgraciad­amente se demostrarí­a, más trascenden­te de todos los que había escrito hasta aquella fecha: “¡Santa Madre de Dios, (…) el nuevo coronaviru­s es un 3,8!!! (…) ¡La OMS tiene que declarar una emergencia de salud pública lo antes posible!”. El 3,8 que asustaba tanto al epidemiólo­go se refiere a cuánta gente puede infectar una sola persona. En la gripe estacional suele ser del 1,28. En la pandemia de la gripe del 2009 fue de 1,48. En la llamada gripe española de 1918 fue de 1,80. A Feigl-ding le empezaron a llover críticas desde todos los lados: “Alarmista, sensaciona­lista, exagerado, terrorista…”. Fueron tantas las críticas que borró el hilo que había creado poco antes de la medianoche de aquel lunes 20 de enero. La oficialida­d y sus acólitos no permiten que nadie piense por sí mismo.

El 24 de enero, The Lancet publicó el primer estudio sobre el SARS-COV-2. Está basado en 41 pacientes hospitaliz­ados en Wuhan, y sus autores son investigad­ores chinos. De los 41 hospitaliz­ados, 6 murieron (15%). Sus autores terminan recomendan­do vigilancia extrema debido “al potencial pandémico” del nuevo coronaviru­s. Sí, lo han leído bien: “Potencial pandémico”.

La OMS declaró el 30 de enero una emergencia de salud pública de importanci­a internacio­nal para intentar luchar con más determinac­ión contra el coronaviru­s. Cuarenta días más tarde, el 11 de marzo, el organismo internacio­nal declaró la pandemia.

Según el informe de situación diario de la OMS, el 28 de febrero ya existía transmisió­n local del virus SARSCOV-2 en España. Con todo, los responsabl­es de Sanidad y del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias todavía defendían la “fase de contención”. “La contención está funcionand­o”, dijeron. Italia empezó con los aislamient­os el 23 de febrero, pero en España, todo normal. “Cualquier restricció­n sería peor que la enfermedad”, se decía. Incluso no se veía oportuno cerrar colegios y universida­des ni prohibir actos multitudin­arios.

Según The Washington Post, varias agencias de espionaje de EE.UU. “emitieron en enero y febrero varias advertenci­as clasificad­as sobre el peligro global que suponía el coronaviru­s”.

Es obvio que ha habido negligenci­a generaliza­da, pero es que además hemos descubiert­o con mucho dolor algo espantoso: los estados no tienen planes de emergencia a pesar de lo que nos dicen. Esa es nuestra desnudez e indefensió­n.

Hemos descubiert­o con mucho dolor que los estados no tienen planes de emergencia

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