La Vanguardia

Voluntario­s que llevan conversaci­ones y menús para apaciguar la soledad

- SÍLVIA OLLER

La nonagenari­a Teresa López recoge desde el balcón de su casa, en Blanes, una bolsa con la comida que le reparten voluntario­s de la Cruz Roja. Es su único contacto con la luz del sol y la única visita diaria que recibe desde que se decretó el confinamie­nto de la población. La anciana, de 94 años, añora los paseos con bastón y en compañía que solía hacer hace unas semanas y también a los compañeros del centro de día al que ha acudido con regularida­d durante los últimos tres años.

El Ayuntamien­to de Blanes cerró hace dos semanas tres de estos centros que comparten espacio con residencia­s para evitar contagios. Desde entonces, los servicios sociales del municipio coordinan una asistencia de reparto de comidas a domicilio dirigido a aquellos ancianos usuarios de esos centros cerrados que no tienen un sostén familiar. En total, el Consistori­o ha invertido 1.284 euros en el reparto de comidas del que se benefician una quincena de personas. Es el caso de María Pilar Pérez y Pablo Adrados, de 76 y 80 años respectiva­mente, con familia lejos de Blanes. “Que no vengan, es un riesgo para todos”, dice resignada la mujer, que mata el tiempo leyendo, resolviend­o crucigrama­s o haciendo ejercicio en la bici estática.

Serín Toledo es uno de los seis voluntario­s de la Cruz Roja que se encarga del reparto de comidas de lunes a viernes. Lo hace siguiendo estrictas medidas de protección: ataviado con guantes, mascarilla y respetando la distancia mínima de seguridad con los ancianos y evitando entrar en sus domicilios. El reparto se realiza entre 12 y 2, empezando por las personas diabéticas. Aunque el contacto es mínimo, Serín no es ajeno a los comentario­s de los mayores. “Hay gente que está asustada y preocupada, pero también hay quien todavía no percibe el riesgo”, afirma este joven voluntario de 28 años, que lleva casi media vida repartiend­o altruismo. Reconoce que la mayoría de ancianos esperan el momento del reparto para conversar y apaciguar la soledad.

La Cruz Roja reparte de lunes a viernes raciones de comida a los ancianos de los centros de día de Blanes

La Cruz Roja, con más de 17.000 voluntario­s en Catalunya, está redoblando estos días sus esfuerzos hacia las 46.000 personas mayores que viven solas, con enfermedad­es crónicas y sin red familiar que atendía la entidad. “Los llamamos como mínimo una vez a la semana para saber cómo se encuentran, qué necesitan o simplement­e escucharle­s, nuestra función también es de contención emocional”, explica el coordinado­r de la Cruz Roja en Catalunya, Enric Morist. La entidad también ha reforzado la logística para distribuir productos al Banc d’aliments, que estos días no descansa, y colabora en la gestión de albergues para personas sin techo. También ha puesto su flota de sesenta ambulancia­s a disposició­n de Salut. Toda ayuda es poca.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Teresa López recoge la comida que le trae una voluntaria

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