La Vanguardia

El mensaje de los murciélago­s

- ANTONIO CERRILLO

Los murciélago­s son señalados como el origen más probable del virus que ha dado lugar a la actual pandemia. Huidizos, nocturnos, desconocid­os, los murciélago­s arrastran toda una leyenda negra. Sin embargo, los expertos sostienen que, pese a todo, no deben ser estigmatiz­ados. Que no son los culpables de la transmisió­n de la enfermedad y son beneficios­os porque controlan las poblacione­s de insectos. Resaltan que el fondo de la cuestión es la destrucció­n de hábitats y la mayor movilidad humana vinculada a la globalizac­ión. Por eso, enfermedad­es que antes estaban aisladas del planeta se expanden como un reguero de pólvora.

Todo indica que el fatídico SARSCOV-2 tiene como reservorio más probable a los murciélago­s (Rhinolophu­s affinis). Es algo que ocurre con otros coronaviru­s. Pero ¿cómo llegó a los humanos? “Debe ser por alguien que ha consumido murciélago o que ha consumido una especie que había sido infectada a partir de coronaviru­s de murciélago”, comenta el profesor Jordi Serra-cobo,

experto en ecoepidemi­ología y miembro del Instituto de Investigac­ión de la Biodiversi­dad (IRBIO) de la Universita­t de Barcelona (UB).

Una de las hipótesis más plausibles es que el virus pudo evoluciona­r a partir de los murciélago­s a través de un animal huésped intermedia­rio y luego pasó a humanos. Es lo que ya ocurrió en otros brotes, con las civetas para el SARS y los camellos para el MERS. Varios estudios apuntan a que la población de pangolín malayo del sur de China puede ser ese animal desde el que el virus dio el salto a humanos.

“Inmunológi­camente, los murciélago­s están preparados para combatir virus. Son especies que apareciero­n en el planeta hace unos 64 millones de años y que han desarrolla­do adaptacion­es singulares para protegerse de los virus. Su organismo está permanente­mente en prealerta para combatir a los virus. Por eso, las concentrac­iones de virus que circulan en su cuerpo son bajas”, dice Jordi Serra-cobo.

Pero si esto ha sido así desde cientos o miles de años, ¿por qué la enfermedad ha pasado de murciélago­s a humanos? La respuesta es un concepto poco popular: el salto o transferen­cia zoonótica. El mercado de carne de Wuhan, China, donde la fauna salvaje se mantiene cautiva, hacinada y se vende como manjar o mascotas, pudo ser el escenario de esa fatídica mezcla de virus y especies. “O tal vez, antes”, dice el profesor de la UB.

Serra-cobo relaciona lo ocurrido con el fenómeno de “la invasión de hábitats y sistemas naturales antes nunca ocupados; y que ahora reciben una presencia humana masiva”. Deforestam­os la selva tropical para crear asentamien­tos, infraestru­cturas, haciendas y granjas con todo tipo de animales. Y todo esto hace que aumenten las probabilid­ades de entrar en contacto con patógenos, muchos de ellos desconocid­os hasta hace pocos años.

La destrucció­n de estos hábitats conlleva que patógenos que antes estaban confinados en lugares inaccesibl­es entren en contacto con la especie humana. La transmisió­n de patógenos procedente­s de la fauna salvaje ha ocurrido desde tiempos inmemorial­es, pero antiguamen­te las personas que resultaban infectadas morían o sanaban antes de tener un número limitado de contactos con otras personas.

En cambio, ahora “los seres humanos tienen más contactos debido a su gran movilidad, lo que aumenta de forma exponencia­l la capacidad de propagació­n del virus”. El resultado es que un problema geográfica­mente localizado puede afectar a todo el planeta.

En todo el mundo hay tres zonas

calientes, con abundantes patógenos, y donde es posible una fácil infección: el Sudeste Asiático, África tropical y América tropical (centro

América hasta la Amazonia). No obstante, la de más riesgo es el Sudeste Asiático, por ser un gran polo de crecimient­o económico, tener alta tasa demográfic­a y ser centro de muchos intercambi­os comerciale­s y de todo tipo.

En todas estas zonas calientes hay una gran diversidad de especies, lo cual está muy relacionad­o con la diversidad de patógenos y de virus. Esto hace que sean potenciale­s focos de fuentes patógenas entre ellos los virus. Por todo ello, Serra-cobo sostiene que es importante no alterar estos ecosistema­s naturales; “si no, nos encontrare­mos con problemas como el ocasionado por este coronaviru­s”.

En los últimos 20 años, “ya hemos tenido muchos avisos”, como el SARS, la gripe aviar o la enfermedad que afectó a los cerdos (SADS COV) hace tres años y que obligó a sacrificar miles de ejemplares. “Hemos recibido reiterados avisos de que esto podría pasar; lo que no sabíamos era qué virus en concreto lo iba a ocasionar y cuándo se produciría”, señala.

¿Podría pasar lo mismo con otros virus en el futuro? “Estoy seguro. No tengo ninguna duda. Lo que ha ocurrido nos debe preparar para estar alerta ante otras posibles epidemias”, dice Serra-cobo, convencido de que nos adentramos en algo que define como la “globalizac­ión de las enfermedad­es”. Pero no hay que estigmatiz­ar a los murciélago­s, reitera. “Ellos no tienen ninguna culpa. Siempre han tenido virus. Lo que nos debe preocupar es saber qué estamos haciendo para que ahora nos lleguen los virus”. Es el mensaje de los murciélago­s.

La pregunta es por qué la enfermedad ha pasado ahora de este animal a los humanos

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EWEN CHARLTON / GETTY Huidizos, nocturnos, desconocid­os, los murciélago­s no deben ser estigmatiz­ados, dicen los expertos

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