“Tú solo también puedes”
Olivia Laing aborda en ‘La ciudad solitaria’ la vida y obra de artistas como Hooper o Warhol
Olivia llegó a Nueva York, hace tres años, por amor. Tenía 30 años y, cuando esperaba vivir la mejor etapa de su vida, se encontró con el desastre. Al poco tiempo su relación sentimental se rompió y, en lugar de un lugar de acogida, se vio en la más absoluta soledad en medio de una ciudad inmensa. Sin asideros. Vació todos sus fantasmas y el resultado fue La ciudad solitaria. Aventuras en el arte de estar solo. (Capitán Swing). Fue elegido libro del año, se ha traducido a diecisiete idiomas y vendido 100.000 ejemplares en todo el mundo. Ella ha sido directora de cultura de The Observer, escribe regularmente para The Guardian y The Times Literary Supplement, entre otros.
Olivia Laing, escritora y crítica literaria, nos responde desde Cambridge, donde vive actualmente. Está en cama, con pleuritis. “En el Reino Unido el confinamiento empezó hace pocos días, mucho más tarde que ustedes, en España. Estoy con mi marido, que tiene más de setenta años. Ambos somos escritores, así que nuestro día a día no ha cambiado. Trabajamos, salimos a caminar al jardín y hablamos con nuestros amigos por teléfono. Estamos solos pero también nos mantenemos alegres”.
Le preguntamos qué diferencias hay entre “la soledad” de un extranjero, que ella explica en el libro, y la que muchos ciudadanos pueden sentir ahora encerrados en sus casas. “Obligar de forma repentina y abrupta al mundo entero al aislamiento es algo que no tiene precedentes y percibimos la soledad a una escala mucho mayor que de costumbre. Siempre es una experiencia dolorosa, pero en circunstancias normales uno también puede sentirse muy avergonzado; ahora esa vergüenza ha desaparecido”.
Es decir, ahora estar solo ya no da vergüenza. “El impacto de la soledad siempre es mucho mayor en personas vulnerables (mayores, extranjeros, excluidos) y, en esta crisis actual, los que tenemos la suerte de tener familia y amigos en cierta medida estamos protegidos de ella, incluso estando físicamente aislados. Debemos recordar que estamos en esto juntos y que tenemos la obligación de cuidar de nuestras comunidades lo mejor que podamos”.
¿Se está más solo en la ciudad que en un pueblo? “En una ciudad –al menos en los viejos tiempos previos a la plaga– una de las cosas más duras era sentirte rodeada de muchas personas pero con las que no podías necesariamente conectar. En las ciudades todo es ajetreo y rapidez, es muy fácil sentirse excluido. Ahora, sin embargo, las ciudades y el país en su conjunto se parecen: todos están dentro y todos dependemos mucho más de nuestros ordenadores y teléfonos”.
Su libro revisa la vida de artistas solitarios. Algunos lo fueron de forma involuntaria, por excesiva timidez, trastorno mental o ocultación de su condición sexual. Nos habla de ellos. David Wojnarowicz, por ejemplo.“era una persona increíblemente valiente. Un hombre homosexual que venía de una familia abusiva, contrajo sida a una edad temprana y produjo una obra hermosa y furiosa sobre qué significaba vivir soportando una plaga. Se negó a permanecer en silencio. Se negó a avergonzarse. Se dejó ver en toda su ira y desesperación. Murió muy joven, pero su trabajo pervive y cada vez que lo contemplo me hace sentir menos sola”.
A Andy Warhol le aterraba el contacto físico, era algo patológico. “Es cierto. Warhol tenía mucho miedo de los cuerpos y de las enfermedades. Era un hombre homosexual que abordaba las relaciones físicas como si fuesen una batalla. De niño había estado muy enfermo y en los sesenta estuvo a punto de morir por el disparo de Valerie Solanas, que le perforó el vientre, así que tenía buenos motivos para que los cuerpos le resultaran temibles. Lo interesante es que utilizó la tecnología para salvar esa distancia que había entre los demás y él, como hacemos todos ahora. Estaba tan encantado con su grabadora que decía que era su mujer. ¡El iphone le habría vuelto loco!”
Y, por supuesto, Edward Hooper. ¿La soledad es creativa o destructiva? “Para Hooper era enormemente creativa. Era uno de ‘los solitarios’, y pasó su vida tratando de pintar ese sentimiento de soledad. No es una coincidencia que sus cuadros sigan apareciendo en los medios de comunicación estos días. Él nos muestra qué aspecto tiene la soledad, cómo te hace sentir: nos hace ver que es un lugar hermoso y a la vez aterrador”.
Olivia Laing también se acuerda de Jean Michel Basquiat, de Billie Holiday, de Hitchcock.“basquiat era íntimo amigo de Warhol. Un artista extraordinario pero se volvió adicto a la heroína y murió muy joven. Parte de su soledad era la soledad del racismo, de ser explotado y tratado con condescendencia a causa del color de su piel. Sus cuadros están llenos de gente pero palpitan de soledad”.
Tras su investigación, ¿qué lección ha aprendido? “Que la soledad no tiene nada de vergonzoso. Puede ocurrirle a cualquiera, en cualquier momento. No significa que te pase nada malo; significa que estás vivo, eres humano y tienes un anhelo de amor. Además, y esto es muy importante, la soledad es también política. Es el resultado de la estigmatización y la exclusión social, y tenemos la responsabilidad compartida de oponernos a eso. Si hay algo que esta crisis en concreto nos enseña, es que nos parecemos mucho más de lo que pensábamos. Estamos en esto juntos y debemos ser amables unos con otros”
¿Sólo la cultura nos puede salvar de la soledad no deseada? “Creo que ahora mismo la cultura nos puede ayudar muchísimo. Todos estamos asustados y queremos estar con las personas que amamos. El arte nos puede ayudar en eso. A estar tranquilos, a saber que otras personas han sentido lo mismo a lo largo de la historia y en todo el mundo. No podemos tocar, pero podemos leer, mirar cuadros, escuchar música y ver películas. El arte es la forma en que el amor viaja entre los desconocidos. Y hará que estemos menos solos”.