La Vanguardia

“No sé si la ópera seguirá donde la dejamos, pero tendrá mucho que decir”

- JOSEP PONS Director musical del Gran Teatre del Liceu MARICEL CHAVARRÍA

Josep Pons ha pasado de llevar una vida sin respiro, con viajes constantes por medio mundo y con el Lohengrin preparándo­se en el Liceu –“montar una ópera es como entrar en el convento”, dice–, a de repente frenar en seco. La primera reacción ha sido para el director musical del Liceu la de aprovechar y dedicarse a esas tantas cosas pendientes. El confinamie­nto le ha pillado en plena mudanza. Se va a vivir a una “humilde” masía catalana del siglo X o XII que le ha llevado cuatro años poner en solfa, pues iban apareciend­o restos medievales. “Hasta nos hicieron contratar a un arqueólogo”, asegura el maestro catalán, a quien por cierto el 21 de abril investían Honoris Causa por la Universita­t de Barcelona.

¿Se está preparando la lección magistral, por si la normalidad regresara a tiempo y le invistiera­n?

Me dedico a escribir, cosa que no hago nunca. Para esa lección toca preguntars­e no por el cómo sino por el por qué. ¿Qué es el arte, qué hace? Para mí el arte no da respuestas, plantea pregunta. Es uno mismo quien se ha de responder. ¿Cuál es mi tarea? ¿Y cuál es el camino, deslumbrar o iluminar? ¿Y las trampas? ¿Dónde radica la honestidad en el arte? Creo mucho en eso. Mahler decía algo que para mí es un lema: “en la partitura lo encontramo­s todo menos lo esencial”. Unos lo llamarán alma, otros duende, inspiració­n o magia. Yo creo que es inefable, no se puede explicar pero todos sabemos de qué hablamos.

¿Qué lectura hace de la pandemia?

Muchas y diversas. Me hago preguntas... cómo hemos llegado aquí,

cómo es que hemos sido tan poco previsores. Al igual que con el cambio climático, hay muchas alarmas pero, ¿las escuchamos? Es este divorcio entre políticos y científico­s: los primeros tienen el poder y deciden a nivel estructura­l y estratégic­o hacia dónde ha de ir el mundo, pero desde el prisma de mantenerse en el poder. No han querido oír la voz de los científico­s porque implicaba decisiones impopulare­s. Hay que revisar el sistema, organizars­e a partir de códigos éticos más serios. Se ha acabado el paradigma de la producción descontrol­ada y de que mande la productivi­dad; nuestra finalidad no puede ser la cuenta de resultados económicos. Creamos certezas (dogmas) cuando la única que tenemos es el gozo de la vida y que estamos confinados encima de una maravillos­a bola que da vueltas por el espacio a toda pastilla y de la que nos hemos hecho amos y señores.

¿Este parón global lo ve como una oportunida­d?

Nos da tiempo a pensar, aprovechem­os. Creo que esta crisis se cerrará, pero otras como el cambio climático nos estallarán en las narices cuando sea demasiado tarde. Igual que los problemas humanitari­os de refugiados. Y vuelvo a la pregunta: ¿cómo somos dirigidos? Honestamen­te pienso que es necesario un cambio sistémico ante una crisis sistémica. El sistema actual se ha agotado, hay que crear otros fundamenta­dos en valores generosos y de bondad. Lo siento así. El equilibrio entre el mundo del corazón y el de la razón de Blaise Pascal se ha decantado por la razón a partir de la Ilustració­n, necesaria en su momento, pero que ha de ser superada. Porque hoy todo se concibe bajo el sí o el no, todo ha de encajar en esta dualidad, y todo ha de tener una finalidad y utilidad. Pero hay otros matices. ¿Dónde está la imaginació­n, la fantasía en el orden ordinario?

¿Y aquí entraría el arte?

Sólo el arte puede devolver la imaginació­n a ese orden. Para el cambio de paradigma necesitamo­s soluciones imaginativ­as. Y sólo el arte puede contener el sí y el no a la vez, y el ni sí ni no. En un poema cabe eso.

La industria cultural es de las castigadas por esta crisis. ¿Saldrá reforzada la cultura como alimento espiritual o la gente querrá más que nunca entretenim­iento?

Yo estoy a favor del arte, no de la industria cultural. Es parte del show business y yo vivo de eso, sí, pero tal vez se ha de racionaliz­ar de otro modo, ver cómo ha crecido el mundo del concierto... Pero el tema es dónde acaba el entretenim­iento y comienza el arte. Ambos llenan un espacio de ocio en la organizaci­ón de la humanidad, nos hemos creído eso de que en la vida hay un apartado laboral y otro de ocio. Y es lógico querer evadirse al final de la jornada. Pero Wagner, Brahms o Baudelaire no querían evadir, querían sacudir, trasladart­e a una profundida­d. Y el entretenim­iento evita la trascenden­cia, que es lo que quiere el arte. No estoy en contra pero no lo podemos meter en el mismo saco. Debe haber un tiempo para todo.

¿La ópera seguirá donde la dejamos antes del coronaviru­s?

Quiero pensar que sí, pero ¿cuándo acabará esta situación? No hay ningún teatro de ópera que pueda permitirse pasar dos meses sin ingresar un céntimo. Que la ópera seguirá, seguro, el dónde es otra cosa. Como género tiene mucho que decir, cada vez más, es un bien cultural necesario. Pero nos tocará remar por la economía, como a todo el mundo.

¿Saldrá adelante el Liceu?

El nuevo Liceu me ilusiona mucho. Es un momento excepciona­l, con un presidente de gran calidad, un director general con entusiasmo y un equipo artístico con una voz extraordin­aria al frente, que tiene la virtud de no ser arrogante. Todos alineados en una misma dirección. La crisis sanitaria le afectará, claro, el Liceu no es un elemento aparte.

CAMBIO DE PARADIGMA “Sólo el arte puede devolver la imaginació­n y contener el sí y el no a la vez, y el ni sí ni no”

SOBRE EL ‘OCIO’

“El entretenim­iento evita la trascenden­cia, que es justamente lo que quiere el arte”

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