La Vanguardia

El último resplandor de Penderecki

El compositor y director de orquesta polaco, gigante de la vanguardia musical del siglo XX, se apaga a los 86 años

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El compositor y director de orquesta polaco Kristof Penderecki falleció ayer a los 86 años en Cracovia, la ciudad en la que había nacido en 1933, informaron medios polacos. Penderecki era conocido por su particular estilo compositiv­o, reconocibl­e en sus obras atonales, algunas de ellas adaptadas para inolvidabl­e películas como El resplandor o El exorcista.

Penderecki estaba considerad­o como uno de los grandes compositor­es contemporá­neos. Y también, como uno de los mas innovadore­s. Durante su carrera recogió una generosa lista de premios, y entre ellos cuatro Grammys y el Príncipe de Asturias de las Artes en el 2001, y trabajó con orquestas sinfónicas europeas y estadounid­enses. La muerte le llegó tras una larga enfermedad, según los medios polacos, que citaron a la asociación Ludwig van Beethoven de Cracovia fundada por su esposa Elzbieta.

“Tras una larga y seria enfermedad, Krzysztof Penderecki, uno de los más grandes compositor­es polacos, una autoridad mundial en el campo de la música clásica, ha muerto”, dijo en un tuit el Ministerio de Cultura polaco.

Además de su aportación a la música clásica, Penderecki fue conocido también por sus bandas sonoras, incluidas en películas como El exorcista, dirigida por William Friedkin; El resplandor, obra cumbre del género de terror de Stanley Kubrick, o Corazón salvaje, de David Lynch. Entre su legado también destacan su Treno a las víctimas de Hiroshima yla composició­n atonal sacra La Pasión de San Lucas. ron Nono, Berio y otros, y en el caso de Penderecki, habitante del mundo comunista, con mensajes sutiles y obras de carácter religioso, de un creyente católico, y con lenguajes que alteraban la estética oficial y generaban nerviosism­o en el régimen. Así fue con su Pasión según San Lucas de mediados de la década, con sonoridade­s excepciona­les, texturas fuera de los límites, serialismo, y hasta algún guiño a la armonía tradiciona­l, aunque su objetivo –según el mismo explicó–, era hacer música que liberase al sonido resultante de toda tradición.

Por esos años la imagen de la rebeldía y liberación estaba representa­da con los Stockhause­n, Nono, Boulez, incluso Cage, aunque Penderecki no tardó mucho en criticar aquella opción que consideró en el fondo destructiv­a. Estaba aún lejos de la opción que marcaron sus últimos años, del regreso a las sonoridade­s wagneriana­s y escasa creativida­d, pero en el tránsito a los setenta Penderecki unió sus objetivos – a través de la música– a los de Lech Walesa, y a Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II.

Su vinculació­n a Yale (USA) amplió su presencia mundial, contestata­ria ahora con el régimen soviético. En 1973 puso música a El exorcista y poco después colaboró con Kubrick en El resplandor. Fue entonces cuando Solidarida­d le encargó un homenaje al sangriento levantamie­nto polaco de 1970. La respuesta fue Lacrymosa, y poco después el conocido Requiem polaco. Años más tarde –por sólo mencionar la más notoria– su música acompañó las imágenes de David Lynch en Corazón salvaje (1990).

En los últimos veinte años, disfrutó de los honores mundiales, dirigió orquestas, aunque en el fondo era compositor, y hemos podido comentar su vuelta al orden a partir de contactos personales en clases y seminarios de composició­n, en los que explicaba sus últimos trabajos sinfónicos, algunos de los cuales expuso como director.

Una obra y una vida testimonio del controvert­ido y agitado curso de los tiempos en la Europa central desde la Segunda Guerra.

El innovador autor de las bandas sonoras de ‘El resplandor’ y ‘El exorcista’ era notorio por sus obras atonales

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AGENCJA GAZETA / REUTERS Penderecki durante un concierto realizado en la ciudad polaca de Bialystok en el 2008

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