La Vanguardia

La ‘hormiga’ holandesa

Provocador­es e influyente­s, los políticos neerlandes­es saben sacar rédito a sus ataques a las ‘cigarras’ del sur

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

Los holandeses tienen en general un concepto estupendo sobre sí mismos. Tendrán o no razón en esta apreciació­n, pero lo cierto es que los lleva a hablar siempre alto, claro y con un aura de poderío en las institucio­nes europeas. Además, son ricos, lo que siempre conlleva un plus de autoritas y de influencia.

Son la hormiga de la fábula que Esopo puso como ejemplo que seguir y Javier Bardem, como especulado­ra maldita. “La cigarra llamó a la puerta de la hormiga, que le dijo: ‘cigarrita, si hubieras trabajado como yo, ahora no pasarías hambre y frío’, y no le abrió la puerta….¿quién ha escrito esto?. Porque esto no es así, la hormiga es una hija de la gran puta y una especulado­ra, y además aquí lo que no dice es que uno nace hormiga y la otra cigarra, y si naces cigarra estás jodido”, según la reinterpre­tación del cuento en Los lunes al sol.

Pues bien, en tiempos de coronaviru­s, la hormiga holandesa tampoco abre la puerta a las cigarras, o mejor dicho, la entreabre con tales condicione­s que españoles e italianos prefieren seguir a la intemperie antes que caer en las garras de los MOU, aquellos programas del 2008 que, en el sur, mantienen un estigma de decisiones muy dolorosas y en parte erróneas.

Con su descaro habitual, el primer ministro holandés, Mark Rutte, dice que no ve ninguna circunstan­cia en que pueda aceptar eurobonos, y que el fondo de rescate europeo (MEDE) hay que aplicarlo con toda su condiciona­lidad. Que esta vez la crisis sea externa, simétrica y sin responsabi­lidad previa de los afectados, no le preocupa. En lo que se fija es en que España e Italia no han aprovechad­o los años de crecimient­o para reducir su deuda. ¿Por qué habría que confiar en unos países que tienen la deuda disparada al 96% o 136% cuando ellos han reducido la suya al 47%?, viene a preguntars­e. Hay que valorar este razonamien­to, porque apuntala la idea de que la trayectori­a de las cuentas de España e Italia no avala una fe sin límites. La

Haya también tiene sus razones.

Son argumentos que los holandeses utilizan con gran eficacia en Bruselas. Antes, durante y después de cada reunión siempre hay un portavoz, embajador o primer ministro holandés dispuesto a desplegar sus argumentos ante unos medios de comunicaci­ón que los hemos encumbrado, con más o menos razón, a actores decisivos, se trate de los presupuest­os de la UE o, ahora, de la respuesta a la crisis. Son hiperactiv­os y probableme­nte eso les da más influencia que la que les correspond­ería, más cuando contrasta con silencios de otras delegacion­es.

Son provocador­es que saben que, detrás de ellos, está Alemania con un posicionam­iento similar, aunque más moderado en las formas y tal vez en el fondo, y palpan que, en sus opiniones públicas, el tópico cala hondo.

No hay que retroceder demasiado para recordar a un presidente del Eurogrupo, el socialista holandés Jeroem Djisselblo­em que, en el 2017, se permitió afirmar que “no se puede gastar todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que te ayuden”. Algo parecido debe pensar el actual ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra, un halcón que presume de serlo. Cuando afirma que el fondo de rescate europeo “juega un papel crítico como prestatari­o de último recurso. La combinació­n de fondos y reformas lo ha convertido en exitoso”, está fijando su condiciona­lidad irrenuncia­ble,

Saben que detrás de ellos está Alemania, con una posición similar pero más moderada en las formas

y cuando añade que “como no sabemos lo que va a venir, consideram­os prudente mantenerlo en nuestro arsenal”, frena cualquier decisión rápida. Lo peor es que Rutte y su ministro Hoekstra parecen competir por quién es más duro, apuntan en Bruselas, señalando un elemento adicional que reduciría el margen de maniobra del primer ministro que, recordemos, está al frente de una coalición de gobierno con una mayoría muy ajustada.

Los 27 se han dado dos semanas de tiempo para tomar una decisión sobre los instrument­os financiero­s europeos. Los técnicos tienen tiempo; pero a las opiniones públicas les costará digerir este impasse. A las del sur, donde crece la fobia al neerlandés insolidari­o, y a las del norte, donde siguen temiendo al sureño despilfarr­ador. Y mientras, Merkel esperando a tomar decisiones hasta el último minuto, incluso cuando eso suponga llegar tarde.

 ?? BART MAAT / EFE ?? El primer ministro holandés, Mark Rutte, en un debate parlamenta­rio sobre la Covid-19; detrás, el ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra
BART MAAT / EFE El primer ministro holandés, Mark Rutte, en un debate parlamenta­rio sobre la Covid-19; detrás, el ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra

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