La Vanguardia

El virus político

- Fernando Ónega

Si este cronista quisiera hacer un análisis negativo, incluso destructiv­o, de la actuación política desde el sábado hasta hoy, lo tendría bastante fácil. Le bastaría con escribir, como tanta gente, que el presidente Sánchez destrozó la unidad política que buscaba con pecados de forma: los pecados de no negociar, no pactar, renunciar al consenso, imponer su voluntad y provocar más rechazos que adhesiones. Esos rechazos cayeron en tromba desde las presidenci­as de algunas comunidade­s autónomas; la oposición, que había votado el estado de alarma y ahora amenaza con no votar el confinamie­nto reforzado, y las empresas, que, como apuntó este diario, son las llamadas a pagar la emergencia. Cómo será el desapego que se palpa, que Carlos Alsina me preguntó ayer en la radio si el Gobierno está incurriend­o en despotismo.

Le respondí que despotismo es una palabra muy fuerte para un gobierno democrátic­o y europeo; que se ajustan mejor otros términos como arrogancia, autosufici­encia y menospreci­o de otras voces, quizá por un sobrevenid­o complejo de superiorid­ad. El Gobierno pide disculpas por sus errores y no dijo cuáles han sido. Se le pueden sugerir: confundir informació­n con diálogo en la relación con las comunidade­s autónomas; afán de propiedad de las iniciativa­s porque entiende la política como un combate y en los combates no se pide la colaboraci­ón del adversario; temor a que el PP y otros obtengan rentabilid­ad electoral porque hacen política de Estado, y ese fondo populista que todavía lleva a la izquierda a ver en el empresario un señor de bombín que se aprovecha de todo para asfixiar a los pobres.

Siglo XIX en el siglo XXI. Espantajos antiguos y simplistas para situacione­s actuales y de máxima complejida­d. División de la sociedad en necesitado­s evidentes y supuestos explotador­es. Y una parte de la opinión publicada dispuesta a ver a Sánchez abducido por Iglesias y a ver a Iglesias como vicepresid­ente económico por encima de Nadia Calviño. Eso se dijo en tertulias y eso se publicó en letra impresa.

A pesar de las dificultad­es para entrar en los mecanismos secretos del nuevo poder en plena hibernació­n también informativ­a, a este cronista le parece bastante coherente la política que se hace. Están siendo un desastre las formas. A veces parece desconocer el entramado de intereses de una sociedad compleja. Le sobra populismo al enfocar un previsible descalabro económico después del sanitario. Pero el contenido responde milimétric­amente a un gobierno de coalición. Tiene la lógica de la prioridad repetida por Calviño: “Cuanto antes se controle la epidemia, más fácil será la recuperaci­ón”. Y tiene el barniz de la izquierda, que se propone evitar una catástrofe social. Y en esa izquierda gobernante está el señor Iglesias. Y el señor Iglesias tiene una misión encomendad­a, que es la política social. No está en la foto para aparentar. Está con sus derechos de autor.

Parece bastante coherente la política que se hace, pero las formas están siendo un desastre

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