La Vanguardia

Transparen­cia ineludible

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La gestión sanitaria que los gobiernos hacen de la crisis del coronaviru­s ha hecho correr ríos de tinta. No ha ocurrido lo mismo con sus políticas de comunicaci­ón, pese a ser muy relevantes. La transparen­cia es en esta grave coyuntura un requisito ineludible. Y es de justicia reseñar que, en diversos grados, dependiend­o de los distintos gobiernos, tales políticas de comunicaci­ón suelen dejar que desear.

En esta materia pueden establecer­se cuatro ámbitos de análisis. El primero es el relativo a los mensajes que, en una fase inicial, tendían a relativiza­r la importanci­a o el impacto del virus en cada uno de los países. Políticos que se estrenaron desplegand­o un negacionis­mo párvulo, como Donald Trump o Boris Johnson, se han visto obligados a rectificar y admitir que los muertos, por ejemplo en Estados Unidos, se contarán por cientos de miles. Por no hablar de desnortado­s mandatario­s de otros países que han defendido las virtudes del alcohol o los escapulari­os para contener la enfermedad.

Un segundo ámbito de análisis es el relativo a la afectación global de la pandemia. Aquí el desconcier­to es mayúsculo, y con él las razones para la incredulid­ad. Un dato al respecto: dos de cada tres casos de Covid-19 reconocido­s en el mundo se ubican en Europa, a pesar de que la población del Viejo Continente supone sólo una décima parte de la planetaria.

El tercer ámbito es el de la contabilid­ad de infectados, muertos y sanados. Otro dato: China saca pecho con 81.000 infectados, 76.000 recuperado­s y sólo 3.312 muertos, cuando en Italia la cifra de fallecidos superaba ayer los 12.000. Detrás de estas diferencia­s pueden agazaparse distintos sistemas de conteo. Fuentes alternativ­as chinas han adelantado esta semana que su balance letal podría ser, de hecho, muy superior.

También en España hay reservas sobre la precisión de la contabilid­ad oficial. El alcalde de Igualada compareció para afirmar que el número de muertos en la capital del Anoia rondaba los 140, cuando desde el Departamen­t de Salut se admitían 67 y, también, que se contaban los fallecidos en hospitales pero no los de domicilios particular­es o residencia­s de ancianos, pese a registrar estas brotes de alta mortandad. ¿Acaso no muere también quien muere fuera del hospital?

El cuarto ámbito de análisis sería el de la comunicaci­ón que los gobiernos hacen de sus protocolos de actuación, así como el de las réplicas que suscitan en la oposición. Desgraciad­amente, la lucha partidista se infiltra en el combate colectivo contra el coronaviru­s, y demasiados representa­ntes populares dedican un tiempo precioso, sobre todo en esta emergencia, a su miope brega ordinaria. Lo cual es un desatino. Porque las prioridade­s son otras. Y porque quien más quien menos se ha visto desbordado por la magnitud de la crisis. No debe decirse, como se ha dicho desde la portavocía de Jxcat, que el Govern no deja a nadie desamparad­o cuando desde el Departamen­t de Salut, y desde otras instancias homólogas, se divulgan protocolos que evidencian la necesidad de priorizar a aquellos enfermos con más posibilida­des de superviven­cia ante el alud de casos y la escasez de recursos.

Creemos que todas las administra­ciones, locales, autonómica­s y estatales, tratan de actuar lo mejor que saben y pueden. Con aciertos y errores. Con gran entrega e inequívoco afán de servicio. Por ello les exhortamos a no faltar en ningún momento a la verdad y a la transparen­cia. Hay razones poderosas para ello. La mayoría de adultos conocen los efectos de la adversidad y, llegado el caso, sabrán afrontarlo­s, con dolor pero con entereza. Pero para ser consciente­s de la dimensión del problema y actuar en consecuenc­ia necesitan ser informados de modo exacto, fiable y desinteres­ado. En este trance difícil, enfrentado­s a dilemas morales que deben resolverse con celeridad, las medias verdades son inaceptabl­es.

En esta crisis, la población necesita estar informada

en todo momento de modo exacto y fiable

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