La Vanguardia

Atrapadas

- Pilar Rahola

Vamos lidiando como podemos con el confinamie­nto, algunos con más dificultad­es que otros. No cabe duda de que no es lo mismo estar confinados con niños pequeños, o con personas con alguna necesidad especial, o solos, sobre todo personas de mayor edad, que estarlo con adultos. De una forma u otra, todos hemos tenido que poner imaginació­n, grandes dosis de paciencia y mucha empatía para convertir el encierro en un espacio de buena convivenci­a, pero es evidente que algunas circunstan­cias son más complicada­s que otras.

De todas las situacione­s difíciles, una de las que me parecen más terribles es la de las mujeres que sufren maltrato, atrapadas en el confinamie­nto con sus verdugos. Me refiero a esas mujeres que aún no han sido capaces de denunciar su situación y que, sojuzgadas, soportan los desprecios, los insultos, los golpes... Si en situación de normalidad, la vida de estas mujeres es un infierno terrible, no puedo imaginar qué significa sufrirlo en confinamie­nto, día y noche, acompañada­s por el monstruo que las maltrata. Y si hay niños en la casa, el horror se multiplica. Es evidente que las administra­ciones han puesto teléfonos de ayuda y que hay vías rápidas para denunciar el maltrato bajo el confinamie­nto, pero sabemos que muchas de estas mujeres no han traspasado el umbral del dominio y aún son incapaces de reaccionar. En esos casos, el confinamie­nto aumenta considerab­lemente la tensión, la irritabili­dad y parece inevitable imaginar que aumenta el maltrato. Asustadas, desgraciad­amente resignadas y solas, la situación de estas mujeres debe de ser extrema, y por mucha ayuda pública que se anuncie (que se anuncia muy poco), sabemos lo enormement­e difícil que les resulta escapar de sus verdugos. Y más cuando hay hijos...

Mientras pienso en ello, leo la barbaridad de las autoridade­s de Malasia, que para evitar “conflictos domésticos” (malvado eufemismo) aconsejan a las mujeres que no “fastidien” a sus maridos, no sean sarcástica­s, les hablen con voz de Doraemon (sic) y hagan sus tareas domésticas arregladas y maquillada­s. A punto del vómito recuerdo que Malasia, con regiones donde se aplica la sharía, es uno de los países peor situados del mundo en el ranking de la brecha de género...

Este humilde artículo no tiene respuestas. Sólo es un abrazo, un lamento, una rabia, un grito por ellas, mujeres confinadas con el miedo, atrapadas en la angustia, encerradas con su enemigo. Para ellas, estas palabras que ansían darles fuerza, decirles que no están solas, recordarle­s que sí, que existe, que hay un camino para liberarse.

Confinadas con el miedo, atrapadas en la angustia, encerradas

con su enemigo

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