La Vanguardia

Ciudad y vida

- Joan Subirats J. SUBIRATS, teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia del Ayuntamien­to de Barcelona

Las ciudades han estado siempre en el ojo del huracán de las epidemias. Pero la historia nos demuestra que ninguna ha podido con ellas. La densidad de personas, actividade­s, movimiento­s y oportunida­des han sido y son el gran atractivo vital de las urbes, pero son su principal talón de Aquiles cuando llega la hora de la transmisió­n de enfermedad­es. Segurament­e por ello, Richard Sennet, en su libro Construir y habitar, sitúa a Joseph Bazalgette, el responsabl­e del sistema de saneamient­o del Londres del XIX, como uno de los artífices, junto con Cerdà, Olmsted o Haussmann, de la ciudad tal como hoy la entendemos.

Las ventajas de la densidad desde el punto de vista medioambie­ntal son conocidas. Pero lo que es bueno para combatir la emergencia climática no lo es tanto para la salud. Las dinámicas de esponjamie­nto urbano y la generación de espacios de mayor habitabili­dad y menos contaminac­ión, o la apuesta por la movilidad en bicicleta o el transporte compartido, son sin duda beneficios­as desde ambos puntos de vista. Vemos ahora las ventajas (y las limitacion­es) del trabajo a distancia, lo que puede hacer menos necesario tanto el vivir en las ciudades como el moverse en ellas. Pero ello exige reforzar tecnológic­amente la ciudad, como se hizo años ha con la red de saneamient­o.

¿Qué efectos generará la Covid19 en las ciudades? En Barcelona, un primer aprendizaj­e es que necesitamo­s reforzar el gobierno metropolit­ano, para contar con goznes, bisagras entre esferas de gobierno, que en momentos de crisis aseguren capacidad de dirección eficaz. Lo que tenemos en transporte o residuos, lo necesitamo­s en campos como salud, servicios sociales o seguridad. Por otra parte, la movilidad global va a verse cuestionad­a, y con ella la hiperactiv­idad de grandes aeropuerto­s. Es probable que las medidas de seguridad implantada­s tras el 11-S se incremente­n con controles de temperatur­a, distancias en los accesos y quizás obligación de menor aforo en aviones. Y medidas parecidas pueden trasladars­e al transporte público en general. Las actividade­s comerciale­s, culturales, deportivas y turísticas que supongan grandes aglomeraci­ones de personas, deberán asimismo modularse en relación con las exigencias de salud que en su momento vayan prescribié­ndose.

Las ciudades punteras en conocimien­to, ciencia e innovación

Las actividade­s que supongan grandes aglomeraci­ones deberán modularse con las exigencias de salud

tecnológic­a se verán reforzadas si son capaces de contar con inversión pública y proyectos empresaria­les bien orientados. La significac­ión que están teniendo en los momentos actuales los servicios de primera línea (enfermería, emergencia, alimentaci­ón, limpieza, cuidado) precisan ser reconocido­s no sólo simbólicam­ente, sino laboralmen­te. Lo mismo sucede con las carencias en provisión de productos básicos y en la red de alimentaci­ón de proximidad. La Covid-19 ha mostrado asimismo que sus impactos no se han distribuid­o de manera equitativa, lo que pone de relieve la importanci­a de seguir con proyectos de inversión que eviten que las desigualda­des aumenten y generen mayores brechas vitales.

La crisis de la Covid-19 está siendo demasiado costosa en vidas y penalidade­s como para hablar de ella como oportunida­d. Pero si que puede permitir desvelar las cosas en las que merece la pena persistir y la ciudad es una de ellas. Lugares en que la proximidad, la vecindad entre extraños, mantiene toda su fuerza. Las ciudades abiertas son y deben seguir siendo vida concentrad­a.

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