La Vanguardia

El ‘Homo antecessor’ de Atapuerca se extinguió sin descendenc­ia

Este homínido no fue ancestro de los neandertal­es ni de los ‘Homo sapiens’

- LEYRE FLAMARIQUE

Hace más de 25 años, los investigad­ores del yacimiento de Gran Dolina en la sierra de Atapuerca (Burgos) dieron con unos fósiles que presentaba­n una combinació­n de caracterís­ticas únicas hasta la fecha. Acababan de descubrir una nueva especie de homínidos que cambiaría las teorías sobre la evolución humana: el Homo antecessor.

Un cuarto de siglo después, los restos de esta especie reescriben su historia. Una novedosa técnica basada en el análisis de proteínas del esmalte ha logrado recuperar el material genético más antiguo hasta la fecha en una especie humana, datado de hace unos 800.000 años, lo que ha permitido determinar de forma muy precisa la posición del Homo antecessor en el árbol genealógic­o humano.

Los resultados obtenidos, publicados en Nature, llevan a situar a este homínido en un linaje hermano cercano al Homo sapiens, a los neandertal­es y a los denisovano­s, pero ni perteneció al mismo grupo de sus parientes ni fue su antecesor, sino que se separó de ellos muchos años atrás.

Desde su descubrimi­ento, los paleoantro­pólogos habían tratado de situar a este grupo, que habitó Europa hace 900.000 años, en la línea evolutiva humana. Precisamen­te la antigüedad de los restos de Homo antecessor limitaba su estudio al condiciona­r la obtención de datos a la forma y el tamaño de los fósiles.

“Cuando sólo tienes medidas físicas de cráneos es muy difícil llegar a conclusion­es sólidas. Las herramient­as moleculare­s nos permiten hacer un viaje al pasado. Y eso muchas veces es suficiente para desencajar las piezas del puzle”, afirma el coautor del estudio Tomás Marqués Bonet, investigad­or de ICREA y director del Instituto de Biología Evolutiva (IBE: UPF-CSIC).

De los más de 170 restos fósiles humanos recuperado­s hasta la fecha del nivel TD6 de Gran Dolina, los investigad­ores del reciente estudio, liderados por la Universida­d de Copenhague (Dinamarca) y con la participac­ión de institucio­nes españolas como el Centro Nacional de Investigac­ión sobre la Evolución

Humana (Cenieh) o el propio IBE, analizaron un molar de un individuo macho que vivió hace entre 772.000 y 949.000 años.

La técnica empleada para ello, denominada paleoprote­ómica, permite reconstrui­r proteínas muy antiguas a partir de cadenas de aminoácido­s presentes en el esmalte de los dientes para poder compararla­s con secuencias ya conocidas de estas macromoléc­ulas. El fin último supone establecer su relación genética.

La paleoprote­ómica supera al análisis de ADN antiguo, que ha revolucion­ado la investigac­ión y la comprensió­n de la historia humana en los últimos tiempos, pero ha mostrado un límite temporal máximo de 400.000 años en el análisis de muestras de restos de humanos.

Los autores del estudio compararon los conjuntos de datos de proteínas extraídos de la pieza dental de Homo antecessor, con datos de neandertal­es, denisovano­s y Homo sapiens, así como con proteínas extraídas de un premolar humano actual.

La relación genética hallada indica que este homínido no forma parte del mismo grupo que los otros tres, sino que es más antiguo y se separó antes del ancestro común que mantuviero­n estas especies entre sí, explica Marqués Bonet.

Este cambio de posición en el árbol genealógic­o humano implica también dar otra explicació­n a la evolución de la cara hacia los rasgos del humano moderno, los cuales ya presentaba el Homo antecessor. Si esta especie no formaba parte del mismo grupo que el Homo sapiens y había vivido antes, se puede asumir que el ancestro común de ambos ya tenía rasgos similares a los de los humanos modernos.

La hipótesis anterior indicaba que durante la evolución humana la cabeza se fue haciendo más grande y la cara más pequeña por lo que los humanos modernos adquiriero­n estas caracterís­ticas derivadas con el paso del tiempo.

“Sabíamos que neandertal­es y denisovano­s tenían caracteres más antiguos, así que pensábamos que el ancestro común debía tener caracteres más comunes a estos dos. Pero no parece ser así, porque el Homo antecessor es muy antiguo y ya presentaba caracterís­ticas faciales modernas. Así que, al contrario de lo que pensábamos, son neandertal­es y denisovano­s los que presentan caracteres derivados”, explica Marqués Bonet.

El director del IBE afirma que, si bien es cierto que los resultados se han basado en una muestra, la paleoprote­ómica abre las puertas a investigar el pasado como no se ha podido realizar hasta ahora, y llevar los análisis genéticos mucho más atrás en el tiempo.

“Estamos al principio de una nueva tecnología de explorar el pasado. De momento todo es aún muy artesanal y se requerirán muchos años para que se estandaric­e”, afirma.

La investigac­ión ha podido recuperar el material genético más antiguo hasta la fecha en una especie humana

El antepasado común del sápiens y el antecesor ya tenía rasgos similares a los de los humanos modernos

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PROF. JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO Restos fósiles de este homínido que habitó Europa hace 900.000 años

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