La Vanguardia

En el contexto del coronaviru­s

- Álex Sàlmon

Me contaba un crítico literario su forma de analizar una novela. Valoraba la obra con un diez antes de leerla. A partir de ahí, restaba. Considerab­a que sólo el hecho de escribir un relato, aunque fuera malo, era difícil. Después, tras su lectura, los personajes, la estructura de la historia y su estilo hacían el resto. Me decía que prefería este modelo al que utilizaban otros críticos. “Comienzan a leer en contra de la novela. Le ponen un cero y van sumando nota”.

El método puede trasladars­e a la política. O, mejor dicho, a la gestión política de la cosa pública. Desde el minuto uno de esta crisis, los ciudadanos han optado por tres posturas ante las decisiones del Gobierno Sánchez: dar por buenas todas las propuestas, denunciarl­as como inútiles y tardías o entender que lo del coronaviru­s era una crisis cambiante de una dimensión desconocid­a.

Si a estas tres opciones le añadimos cierta contextual­ización con el pasado, el sedimento del análisis es más sólido. Por ejemplo: ¿alguien podía imaginar que los recortes sanitarios del Govern Mas en el 2012 repercutir­ían de forma tan directa en las carencias de los hospitales durante esta pandemia? Les respondo: no. ¿Alguien pensó que la ley de la dependenci­a generada por Zapatero se iba a evidenciar inútil en relación con las residencia­s de ancianos a causa del coronaviru­s? Tampoco.

Durante los primeros días, las recomendac­iones de los propios investigad­ores fueron contradict­orias. Ante la suspensión del Mobile, unos dijeron que era una batalla por el 5G y otros que era a causa del silencio del Gobierno español. El mismo día que se cerraban escuelas en Madrid, el Govern catalán considerab­a que no sería necesario. Y así, un largo etcétera. Las crisis cambiantes tienen el peligro de un exceso de conclusion­es declarativ­as. Las hemeroteca­s no saben de estrategia­s.

No hay duda de que cuando todo pase habrá que hacer la lista de errores. El más importante apunta a todos los responsabl­es políticos de la sanidad pública. Por ejemplo, sobre por qué no se hizo caso desde el ministerio y las comunidade­s autónomas a la recomendac­ión de la OMS de hacer acopio de material sanitario de prevención como batas, mascarilla­s o guantes. La responsabi­lidad del ministro Salvador Illa deberá ser compartida. Ya se dijo cuando fue nombrado: “El catalán, al ministerio sin competenci­as”. Esa era la referencia. Antes del estado de alarma, las autonomías también pudieron haber hecho encargos. Nadie vio venir lo desconocid­o.

Sánchez, Illa, Torra, Vergés y otros han cometido errores. La soledad del que decide es aplastante. Todavía se están examinando. Unos por la gestión, otros por hacer política. El día después llegarán los cates.

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