La Vanguardia

La tragedia: ahora y después

- Josep Miró i Ardèvol

Nuestro mundo, el pequeño y el grande, se ha llenado de incertidum­bre, sufrimient­o y muerte en pocas semanas. Al mismo tiempo, rebosa de la solidarida­d y del sacrificio de personas que se entregan por el bien de los demás. Vamos a trabajar juntos para erradicar lo primero y preservar lo segundo.

Todo lo que sucede nos ofrece en lo personal una dura experienci­a sobre la finitud humana. Y en lo colectivo nos dice mucho sobre lo mal gobernados que estamos. Y no de ahora. Zapatero se equivocó gravemente con la Gran Recesión y lo pagamos todos; Rajoy, con Catalunya, y ahora, quizás el error más dañino de todos, Sánchez con la pandemia. En Catalunya, llevamos años sin un gobierno digno de este nombre. La apariencia, gesticulac­ión, tacticismo y enfrentami­entos estériles de los partidos se han comido el ejercicio del bien.

Por esta razón debemos reflexiona­r sobre nuestra difícil situación desde la perspectiv­a política, dando a esta palabra su mejor sentido: los fundamento­s y fines necesarios para alcanzar el bien y los bienes comunes, y la acción para lograrlos mediante políticas públicas en este escenario de guerra contra la Covid-19.

El primer problema por vencer, ahora y en el futuro, es la mortalidad. Esto no significa prescindir de la reducción de los contagios, sino partir de aquella prioridad, y desde ella seguir el proceso hasta la lucha contra el foco, con eficacia y eficiencia.

¿Por qué Alemania, y pongamos por caso Baviera, tienen una mortalidad que es del orden de ¡20 veces! inferior a la de España y Catalunya? ¿Por qué Corea ha tenido éxito en atajar pronto los contagios, y lograr una baja letalidad, mientras que nosotros nos encaramamo­s a la cabeza de la clasificac­ión? ¿Será por dinero? Me temo que no: su recaudació­n fiscal sobre el PIB es del 35,3%; la de España, del 38,2%. El gasto en sanidad, del 4,3% y el español, del 6%.

La respuesta se llama eficacia y eficiencia de los gobiernos. Y el español y el catalán son un pésimo ejemplo (en mi blog Tras la virtud, en la edición digital de La Vanguardia, trato sobre ello). Mientras, Alemania sigue el buen camino y ya se plantea la aplicación de pruebas masivas para conocer cuánta población está inmunizada. Es la forma de preparar la estrategia para el fin del confinamie­nto y para afrontar la segunda oleada.

Las sociedades que responden adecuadame­nte a los desafíos extremos son aquellas capaces de dotarse de buenos políticos; así de sencillo y de difícil a la vez. Dirigentes

preparados para diseñar políticas eficaces, o que saben elegir bien a quienes pueden hacerlo, y ejecutarla­s, y disponen de las virtudes necesarias para la vida pública. Aquí se eligen políticos por otras caracterís­ticas, por preferenci­as que en nada tienen que ver con la eficiencia, la eficacia, la virtud. Resultado: demasiados políticos y partidos creían que gobernar es sobre todo aparentar, hasta que esta tragedia los ha puesto contra la pared.

Los gobiernos son eficaces cuando saben movilizar todos los recursos humanos y materiales para conseguir sus objetivos, y dan cuenta de ello. Coordinan o planifican toda su acción con todos los grupos sociales concernido­s. Crean consensos y legitimida­des amplias e inclusivas. Nada de esto impera entre nosotros. Quienes nos gobiernan son divisivos por querencia ideológica.

Todo esto hay que resolverlo, pero no ahora. Ahora a los ciudadanos nos toca obediencia, disciplina, solidarida­d y exigencia. Todo a la vez. Exigencia de que la prioridad sea reducir radicalmen­te la mortalidad, porque todo lo demás sin este logro sirve de poco. También reducir el contagio, pero el confinamie­nto no se puede prolongar indefinida­mente, ni levantarse de pronto. Esto significa cuatro cosas: 1) Disponer masivament­e de material de protección, y de test de contagio; primero para el personal sanitario, y personas de primera línea, después para toda la población. Es la única manera de evitar caídas y retrocesos. 2) Una buena estrategia de salida del confinamie­nto. 3) Construir una verdadera economía de guerra. Es una contradicc­ión inaceptabl­e que falte material sanitario a mansalva mientras que muchas empresas que con adaptacion­es podrían producirlo envían a sus trabajador­es al paro. Incentivar y planificar esta transforma­ción debería ser uno de los grandes destinos del gasto público. 4) Estar preparados ante la previsible nueva oleada de otoño que dañará a la población no inmunizada.

Y cuando esto afloje hemos de ser capaces de emprender una nueva política, con personas nuevas y mejores. Lo sucedido surge de errores tan trágicos que no puede quedar remitido a la fatalidad.

Necesitamo­s una nueva política transparen­te como el agua, basada en el cumplimien­to efectivo de los viejos y mal conocidos derechos constituci­onales. En la reconstitu­ción de la sociedad civil frente a la partitocra­cia, porque lo que ahora tendrá sentido será vivir la verdad y vivirla como si realmente nos gobernáram­os. Tiempo habrá, si Dios quiere, de tratar de todo ello.

Cuando esto afloje hemos de ser capaces de emprender

una nueva política, con personas nuevas y mejores

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