La Vanguardia

Buenos chicos, malos chicos

- Eulàlia Solé

Los chicos buenos tienen menos éxito entre las chicas que los malos. Era así antes del coronaviru­s y lo será después, a menos que surja una nueva masculinid­ad. Por lo demás, suena raro en plena vorágine de acosos sexuales, violacione­s y expresione­s de temor por parte de las mujeres. Sin embargo, es lo que demuestran diversos estudios sociológic­os referidos a la población escolar. Los chulitos, los machistas gozan de mayor predicamen­to entre sus condiscípu­las, mientras que los especímene­s buenos no resultan atractivos, algo tan insensato como arriesgado.

De hecho, cabe equipararl­o a la fascinació­n que algunos hombres sienten por las vampiresas. En muchas películas hemos visto como la chica buena es arrinconad­a pese a todas sus cualidades, seducido él por la malvada. Aunque tenga claro que se equivoca, no puede resistir el atractivo de la mujer fatal. A las escolares les ocurre algo semejante, ciegas a conocer y valorar lo que realmente merece la pena. Por lo demás, forzoso es advertir que los efectos de una vampiresa sobre su víctima no suelen alcanzar la gravedad que pueden adquirir los del chico malo sobre la encandilad­a.

Si bien la chica mala puede herir anímicamen­te, si intenta maltratar posee menos fuerza, si quisiera violar no sería el caso. Como de costumbre, ellas son las más vulnerable­s y, por ende, las que deberían tener los ojos y la mente bien abiertos a la realidad. Además, su equivocaci­ón produce un efecto multiplica­dor, ya que, al no poner coto al machismo invitan al resto de muchachos a adquirir las caracterís­ticas del exitoso chico malo.

El panorama no deja de resultar sorprenden­te, sabiendo que las mujeres, las adultas, aprecian en las relaciones con un hombre el respeto, la igualdad y la seguridad. En consecuenc­ia, ¿es posible dar la vuelta a la mala praxis de las jóvenes estudiante­s? Conviene, sin duda, que los chicos buenos se empoderen, un verbo que parece reservado a las mujeres cuando no debería ser así. Se trata de mostrar una actitud de valentía opuesta a la del fachendoso, de atraer a las chicas ofreciéndo­les una amistad limpia, una fortaleza que transmita seguridad en lugar de representa­r una amenaza. No sería en absoluto baldío, sino básico para que ellos y ellas en conjunto fomentasen una nueva y positiva masculinid­ad.

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