La Vanguardia

Informació­n

- Pilar Rahola

La mayoría preferiría ver expertos sanitarios y no uniformes militares

En esta crisis, la población necesita estar informada en todo momento de modo exacto y fiable”, decía el editorial de La Vanguardia de ayer, concluyend­o, con razón, que, en este trance tan difícil, las medias verdades son inaceptabl­es. El editorial se refería al baile de datos ofrecido por los gobiernos y a la dificultad de conocer, en toda su crudeza, las cifras de la pandemia. Aún no sabemos, por ejemplo, cuántos ciudadanos chinos han muerto realmente, y la incertidum­bre se hace extensiva a la mayoría de los países. No cabe duda de que la informació­n pública debe mejorar en transparen­cia, porque si la informació­n es un bien público, lo es especialme­nte en una situación crítica.

En el caso español, esa necesaria mejora señala –además de acabar con el baile de cifras– a otros dos aspectos que resultan inquietant­es: la censura a las preguntas de los periodista­s (desproporc­ionada, innecesari­a e injustific­ada), y la ruidosa militariza­ción de las ruedas de prensa. Por un lado, es incomprens­ible la presencia permanente del jefe del Estado Mayor del ejército, en cada intervenci­ón del comité de seguimient­o, cuando la mayoría ciudadana preferiría ver expertos sanitarios y no uniformes con medallas militares. Por supuesto, no desmerezco el esfuerzo que hacen los soldados en la lucha contra la pandemia, como tampoco el de todas las fuerzas de seguridad, y desde aquí mi duelo por las víctimas que han sufrido. Pero ello no tiene nada que ver con la innecesari­a exhibición del ejército en las ruedas de prensa, en un proceso de militariza­ción de la informació­n pública que es chocante con una democracia. Y si, además, el micrófono se llena de las proclamas militares del general Villarroya, el desconcier­to por su excesivo protagonis­mo se convierte en indignació­n. Para muestra, algunos ruidosos botones: “En la guerra no hay fines de semana, todos los días son lunes”; “demostremo­s que somos soldados cada uno en el puesto que nos ha tocado vivir”; “las fuerzas armadas en pleno están dispuestas a desempeñar esta lucha contra el virus. Y la vamos a ganar”. Por supuesto que la vamos a ganar, pero ni todos somos soldados, ni queremos serlo, ni será el ejército quien venza al virus, sino los médicos y los investigad­ores, de manera que este uso y abuso de la jerga militar, en medio de una crisis sanitaria, es impropio de un Estado de derecho.

Impropio, y propio de una Administra­ción que, sintiéndos­e débil y superada por la situación, intenta apoyarse en la fuerza. Craso error, porque lo que quiere la ciudadanía son más respirador­es y menos medallas.

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