La Vanguardia

El mando que se dejaba la piel por los suyos

- Guardia Civil Mayka Navarro JESÚS GAYOSO

No hubiera escogido el teniente coronel Jesús Gayoso mejor día que un 28 de marzo para que los suyos le cantaran de madrugada a las puertas del cuartel de Logroño La muerte no es el final, el himno con el que los militares rinden homenaje a las leyendas. Un 28 de marzo de 176 años atrás el duque de Ahumada fundó la Guardia Civil, la casa en la que creció, vivió, destacó y estaba llamado a ser uno de sus próximos líderes el teniente coronel Gayoso. A traición, este virus que arrasa con todo lo que puede, se llevó al jefe de la unidad de élite de la Guardia Civil, los GAR, los Grupos de Acción Rápida que comandaba desde hacía seis años y a los que dedicó su vida.

No es fácil encontrar en las estructura­s jerarquiza­das y militariza­das a un mando al que aplaudan, defiendan y quieran por igual subordinad­os y jefes. Asturiano criado en A Coruña, hijo de guardia civil y padre de dos hijos, Gayoso podía llegar a ser la pesadilla de unos superiores a los que siempre pedía más y más para su gente. Tras unos primeros años en los GAR cuando luchaban contra una ETA que les mataba, el teniente coronel se formó y amplió conocimien­tos en la dirección general y regresó dónde más quería estar, con su gente en los GAR. En los últimos seis años ejecutó la reconversi­ón de la unidad tras el final del terrorismo, en una unidad de operacione­s especiales adaptada a nuevas misiones.

“Mi trabajo consiste en dejarme la piel por vosotros, os doy para que vosotros me deis”, decía Gayoso y recordaba esta semana en una carta el sargento Javier Latorre. Juntos compartier­on su última misión en el extranjero, en Níger, en agosto del año pasado recorriend­o las zonas más conflictiv­as del país. Exportar la marca GAR en misiones internacio­nales de formación y aprovechar el capital de sus 300 integrante­s en la lucha contra el tráfico de drogas en el Campo de Gibraltar fueron dos de sus últimos proyectos. Otros se quedaron en el camino. “Esta prueba la superaremo­s y a por la siguiente”, escribió ya hospitaliz­ado a su amigo Latorre. Su gente del GAR mantendrá viva su leyenda. /

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