La Vanguardia

Entregado a la vida hospitalar­ia hasta el final

- / Enrique Figueredo ANTONI FEIXA Médico en el hospital Quirón de Barcelona

de cuidados intensivos. La Vanguardia trae hasta sus páginas la glosa biográfica de cuatro de esos profesiona­les que no han superado la enfermedad y han perdido la vida. Valgan estas líneas como homenaje a ellos y todos los que se ponen en riesgo por el bien común llegando a pagar el más alto de los precios.

Decir que el doctor Antoni Feixa vivía en su hospital y que la medicina era su gran afán sería no hacer del todo justicia al tópico, porque también lo era la atención a sus octogenari­os padres, que le han sobrevivid­o sin poder despedirse de él. Antoni Feixa, otorrino del hospital Quirón de Barcelona, murió el pasado domingo 29 de marzo por efecto del coronaviru­s. Tenía 57 años

“Era una persona muy afable y muy conocida en todo el hospital. Saludaba a todo el mundo y todo el mundo le conocía. Es una pérdida muy sentida”, relata Juan Francisco Calvo, amigo y compañero en el hospital Quirón. El alto grado de estima de los profesiona­les del centro sanitario se puso de relieve al día siguiente del fallecimie­nto en virtud del multitudin­ario homenaje que en forma de largo aplauso le dieron todos ellos frente a las puertas del hospital.

El doctor Feixa estudió medicina en la Universita­t Autónoma de Barcelona e hizo la especialid­ad de otorrino en el hospital de Bellvitge. De allí, a mediados de los años 90 pasó a la Clínica Quirón, que después se convirtió en el 2007 en el hospital Quirón. Entró en el equipo de otorrinola­ringología del doctor Josep Prades. En ese contexto hospitalar­io pasó toda su vida.

Feixa era de Barcelona, pero vivía en Sant Cugat. Era soltero y no tenía hijos. Estaba volcado con sus padres, que residen en Berga y que visitaba prácticame­nte todos los fines de semana que tenía libres. “Para sus padres ha tenido que ser un drama terrible, no lo han podido ver”, comenta Calvo. El doctor también tenía una hermana y un hermano.

Durante un par de semanas, Feixa se sintió resfriado y con más cansancio del habitual. Finalmente, se fue a casa pensándose que tenía lo que comúnmente se conoce como gripazo. Puede que aprovechar­a para leer textos de medicina que con frecuencia llevaba descargado­s en sus dispositiv­os electrónic­os.

Le hicieron el test y dio positivo. Se quedó confinado en casa y cada día mantenía contacto telefónico con personal de su hospital, entre ellos con Juan Francisco Calvo.

Durante su aislamient­o, su estado presentaba los síntomas de una gripe fuerte hasta el 25 de marzo. Ese día, merced a la comunicaci­ón diaria con el hospital, sus amigos descubrier­on que había empeorado mucho. “Se encontraba fatal. Enseguida nos dimos cuenta. Le enviamos una ambulancia”, recuerda Juan Francisco con un tono que delata tristeza.

Tuvieron que ingresarlo ya crítico en la Mútua de Terrassa. Enseguida pasó a la UCI, pero con el paso de los días no pudo remontar.

Los otorrinos, como los dentistas, trabajan guardando poquísima distancia con los pacientes y, específica­mente, en áreas como la boca. “Eso conlleva el riesgo de una enorme carga viral”, matiza el amigo del doctor Feixa.

Al día siguiente de su fallecimie­nto, una de sus pacientes llegó al hospital llorando sin consuelo. Había sabido de la mala nueva. “Esa reacción no es de extrañar, tenía una enorme empatía hacia los enfermos”, se despide Juan Francisco.

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