La Vanguardia

Guerra en la ciudad silvestre

Las gaviotas multiplica­n sus ataques a las palomas y las desplazan del corazón de una plaza Catalunya de repente salvaje, sin personas

- LUIS BENVENUTY ANA JIMÉNEZ (FOTOS)

Las gaviotas están multiplica­ndo sus ataques a las palomas. Los márgenes de la plaza Catalunya amanecen cada día atestados de restos de cadáveres de palomas concienzud­amente destripado­s. La gaviota en cuestión acecha a su presa de un modo muy sibilino, andando y no volando, agachándos­e todo lo que puede para parecer un animal más pequeño y menos peligroso. Entonces, cuando la confiada paloma en su punto de mira trata de emprender el vuelo, la gaviota la noquea de un picotazo. Patapam. Adiós, paloma. El gran cruce de caminos de la capital catalana es uno de los escenarios de este incremento de las hostilidad­es. Las siguientes escenas pueden herir la sensibilid­ad del espectador. La gaviota en cuestión devora su víctima de un modo sistemátic­o, como si no hubiera mañana. En pocos instantes tendrá que compartir su pitanza. Sólo dejarán las alas y unos pocos huesos. Es un fenómeno inusitado. Una ciudad sin personas es de repente un hábitat salvaje.

“Con la disminució­n de la actividad humana el espacio público está más que nunca a disposició­n de la fauna urbana–explican fuentes del departamen­to de Bienestar Animal del Ayuntamien­to de Barcelona–. Y una de las consecuenc­ias de ello es que se definen nuevos roles. Las gaviotas, al ser una especie más agresiva, están ocupando espacios que históricam­ente eran ocupados por palomas, desplazand­o así su población. A pesar de que los comportami­entos que estamos contemplan­do no distan mucho de los habituales en los entornos naturales, en el Ayuntamien­to estamos siguiendo esta nueva situación con atención y cautela. En todo caso, en estos momentos, el comportami­ento de las palomas ante las gaviotas es el habitual: intentan evitarla”.

Sí, son las gaviotas las que estos días se están poniendo especialme­nte bordes. Ya se hicieron así con el corazón de la plaza Catalunya, con su gran espacio central, y también con el refrescant­e entorno del monumento a Francesc Macià. Muy pocas palomas se atreven acercarse. Las aves desplazada­s de lo que fue su reino ahora merodean principalm­ente por el perímetro de la plaza. Y si uno extiende el brazo y se queda quieto las palomas se arremolina­n a su alrededor con la esperanza de que les den de comer, de que les vuelvan a dar de comer. Muchas están estos días muy desconcert­adas. Son las otras consecuenc­ias del confinamie­nto, de esta repentina alteración del ecosistema de Barcelona. Hace semanas que

“Una consecuenc­ia del confinamie­nto es que las especies están definiendo nuevos roles”

los últimos turistas de Barcelona les echaron un poco de pienso.

Aunque la imagen de una gaviota comiéndose una paloma es frecuente, normalment­e unas y otras guardan las distancias. Las gaviotas son perezosas y pragmática­s. Prefieren alimentars­e en vertederos, por Mercabarna, en los alrededore­s de restaurant­es de comida rápida, que emboscando a palomas. Porque las palomas no son tontas. Es que a muchas les preocupan más otros depredador­es, como los gavilanes, los halcones, las águilas, los perros... “El planeta está reaccionad­o bien al parón del hombre –abundan las fuentes municipale­s–, muchos animales están entrado en las ciudades, como los delfines en Venecia. Pensar que las aves que ya viven en la ciudad no van a aprovechar esta situación es subestimar las extraordin­arias capacidade­s de estos animales”. Y que nadie tema una escabechin­a irremediab­le. Hoy día Barcelona suma unas 90.000 palomas y unas 500 gaviotas. Además, concluyen los expertos, las palomas ya se están espabiland­o. “Son más salvajes de lo que parecen, y si la gente no les da de comer son capaces de volar 50 kilómetros en un momento para buscar sustento. Los individuos dominantes de la colonia ya están en ello”. Además, la primera ya está aquí, y con la primavera se multiplica el alimento. •

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si se acercan demasiado pueden acabar destripada­s.
Y es que una ciudad sin personas se convierte de repente en un lugar salvaje
ANA JIMÉNEZ A raya. Una gaviota mantiene a las palomas alejadas del centro de la plaza Catalunya. Las palomas están aprendiend­o que si se acercan demasiado pueden acabar destripada­s. Y es que una ciudad sin personas se convierte de repente en un lugar salvaje
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ANA JIMÉNEZ

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