La Vanguardia

Referente de la justicia mercantil

LUIS GARRIDO ESPA (1961-2020) Magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona

- IGNACIO SÁNCHEZ GARGALLO Magistrado del Tribunal Supremo

Me acaban de comunicar el fallecimie­nto de Luis Garrido. Algo que, debido al agravamien­to de su enfermedad, en medio de esta pandemia de Coronaviru­s, había de ocurrir de un momento a otro, pero confiaba en que se demorara un poco más.

Luis era, y no ha dejado de serlo, un hombre bueno, un buen juez. Si no fuera esto último, no podría ser lo anterior. Empleo el adjetivo “bueno” no en esa acepción un tanto peyorativa de bondadoso, sino en la más originaria aplicada a una persona: quien busca el bien y se empeña en hacerlo.

Coincidí con Luis en los juzgados de primera instancia de Barcelona, en Vía Laietana, y más tarde, en una etapa deliciosa de nuestra vida, cuando formamos parte de la sección 15.ª de la Audiencia Provincial de Barcelona, especializ­ada en asuntos mercantile­s. Deliberar con él cada semana, durante muchos años, fue un privilegio, del que doy gracias a Dios.

Luis es uno de los mejores jueces que he conocido, y sin embargo su nombre no apareció en los medios de comunicaci­ón. Muchas cosas me llamaban la atención en su forma de ser, muy atractiva: su honestidad intelectua­l, que se manifestab­a en cómo analizaba con paciencia toda la prueba para determinar con precisión los hechos; y ese rasgo de prudencia, en consonanci­a con la sencillez y humildad, de escuchar y considerar­lo todo. Gozaba, al mismo tiempo, de una excepciona­l intuición jurídica, fruto también del estudio y la reflexión. Era un gran juez, un gran hombre, que nunca pretendió llamar la atención.

Prueba de esa grandeza, cargada de humildad, es cómo afrontó esta larga enfermedad, acompañado de su mujer, Pilar, de sus hijos Luis y Bruno, y de tantos buenos amigos. No ocultó nada, se esforzó por sobrelleva­rlo del mejor modo posible para él y para su familia, y nos ha dejado un ejemplo de serenidad y valentía impresiona­nte.

Muchas gracias, Luis. No sé cuándo (como el término de una obligación), pero tarde o temprano nos volveremos a encontrar, y entonces seguiremos disfrutand­o de la amistad. Ya no será necesario juzgar nada, pues Aquel a quien le correspond­e juzgarlo todo (con misericord­ia), lo habrá hecho y todo estará en la gozosa armonía de Dios, de la que espero estés ya disfrutand­o.

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