La Vanguardia

Repartidor­es de leña

- Xavier G. Luque

Algún barcelonis­ta iluso creyó ver un rayo de sol al saber que el recio –perdón por el eufemismo– Pedro de Felipe desaparecí­a de las alineacion­es del Real Madrid, allá por 1970. Le reemplazó Gregorio Benito, algo más joven (no mucho, un par de años), algo más discreto. Fue un espejismo. Por una parte porque De Felipe recaló en el Espanyol y siguió dando guerra y por la otra porque Benito fue un dignísimo heredero de una estirpe de centrales que afortunada­mente han caído en el olvido. Pero que protagoniz­aron el estilo racial del fútbol español durante una eternidad. Como dijo un selecciona­dor español de la posguerra, “no sé que es eso de táctica y técnica, para mí no hay otro sistema que salir a partirse los cuernos”.

En el Real Madrid de don Santiago siempre tuvo cabida un defensa de este estilo, de los que marcaban la raya. De oficio repartidor­es de leña. Los había auténticos brutos y luego estaban los que sabían pegar sin que se notara. Por detrás, al tobillo, antes de que llegara aquel balón colgado y justo antes de que el árbitro girara la vista hacia aquel punto del campo. Los tuvo el Madrid, el Athletic, el Espanyol, el Valencia, el Zaragoza... y el Barcelona, por supuesto. ¿O juntar a Gallego y Torres era para repartir estampas?

Aquellos centrales blancos eran odiados en el Camp Nou y Benito no se libró. Tuvo sus duelos épicos con los delanteros del Barça. Por sus tacos pasaron los Martí Filosia, Sotil, Cruyff... De su zona se alejaban los Rexach y Marcial. Pero quien le plantó cara sin el menor respeto fue Juan Carlos Heredia, curtido en canchas argentinas, capaz de presentase en un derbi con el Espanyol con un clavo pegado con esparadrap­o en la mano para amenazar a su marcador si se acercaba demasiado. Luego, al preguntarl­e el árbitro, dijo: “¿Un clavo? Yo soy futbolista, no carpintero”.

Heredia tuvo sus mejores partidos precisamen­te contra el Madrid y en buena parte por la exigencia de vérselas con Benito. “Me encantaban los rivales difíciles, donde había guerra, donde había juego duro y fuerte. ¡Cómo pegaba Benito!”, rememoraba. A su modo eran duelos honestos. “Benito te pisaba los talones y te sacaba las botas, nos pegamos mucho, pero nunca le decíamos nada al árbitro... nos sacudíamos, nos levantábam­os y a jugar”.

El barcelonis­mo tuvo sus particular­es venganzas con Benito. Sin duda el 0-5 de 1974, pero antes, en la primavera de 1973, cuando Cruyff muy poco antes de vestirse de blaugrana se cruzó con el central blanco. Primero con el Ajax, para eliminar al Madrid con una doble victoria en las semifinale­s de la Copa de Europa. Y luego en un Holanda-españa donde Cruyff dejó en evidencia a la defensa española. Sin que Benito, su marcador por tercera vez en apenas veinte días, se apercibier­a, acosó a Miguel Reina en un saque de puerta. El meta cordobés se aturulló y cuando pretendía entrar en el área para recoger el balón con las manos lo golpeó mansamente hacia las mallas. Un gol en propia puerta de los que pasan a la historia. Demasiado para Benito que dijo entonces que Cruyff era bueno... “pero los he conocido mejores”.

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