La Vanguardia

Primeros embates

- Josep Oliver Alonso

No ha terminado la crisis sanitaria y ya impactan sus efectos económicos: en marzo, más de 300.000 nuevos desemplead­os (sin contabiliz­ar los cerca de tres millones en ERTE) y una pérdida de 900.000 afiliados a la Seguridad Social. ¿Qué cabe esperar? Aunque es imposible prever el futuro, todo apunta a que entramos en una recesión que, como mínimo, se va a prolongar hasta bien entrado el 2021. Y ello porque, en el ámbito epidemioló­gico, queda mucho camino por recorrer: el cierre de fronteras, la extensión de la crisis a EE.UU., resto de América y África, y su regreso parcial a China, apuntan a que va a ser difícil revertir el colapso del comercio, la disrupción de las cadenas de valor o la huida de capital de los países emergentes. Y en lo estrictame­nte económico, la destrucció­n de riqueza financiera, el hundimient­o de las expectativ­as de inversión y consumo y la explosión del desempleo, sugieren una recesión que no va a ser corta.

Esta situación explica el que parece será el pacto del Consejo Europeo de la próxima semana. Que no se centrará en los coronabono­s, porque la narrativa del centro de Europa apunta a una debilidad que nos deja sin mucha defensa: tras años de apoyo del BCE y tipos de interés próximos a cero (por cada punto de menos, el Estado ahorra unos 13.000 millones), la corrección de la deuda pública ha sido prácticame­nte nula. Y por ello la negativa a compartir

Aunque ahora nos ayuden, deberíamos conjurarno­s para no regresar jamás a una situación de debilidad parecida

riesgos con el sur. Además, hay otros argumentos: aunque hubiera voluntad de ponerlos en circulació­n, se precisaría­n largas negociacio­nes para definir las garantías de su emisión (Klaus Regling, responsabl­e del MEDE) o para aceptar la transferen­cia de soberanía que implicaría situar bajo autoridad europea parte de los sistemas sanitarios nacionales (Lorenzo Bini Smaghi, exmiembro del Consejo del BCE). No esperen, pues, ayudas por este lado.

Por ello es del todo razonable el compromiso que se apunta con la puesta en marcha de un mecanismo de apoyo a los sistemas de desempleo nacionales, junto a la posible utilizació­n de créditos del MEDE (siempre con condicione­s). Los préstamos a disposició­n de los estados para atender los pagos por desempleo (unos 100.000 millones) se financiarí­an con deuda emitida por la Comisión, garantizad­a individual­mente por cada país. Aunque habrá que ver en qué condicione­s. Duela más o menos, haríamos bien en no acusar de insolidari­dad a la UE: la política ultra expansiva del BCE ha beneficiad­o, en particular, a España e Italia, y ha perjudicad­o a los ahorradore­s. Por ello, si alguna lección debiéramos extraer del drama que vivimos es la de liquidar, de una vez por todas, las debilidade­s que el país ha mostrado las últimas décadas: en las crisis de 2008-2012, fueron el sector financiero, el endeudamie­nto privado interno y con el exterior; hoy, es la deuda y el déficit públicos y la amenaza de la prima de riesgo. Aunque ahora nos ayuden, deberíamos conjurarno­s para no regresar jamás a una situación de debilidad parecida.

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