Los tests, un arma clave
Aestas alturas de la pandemia, estamos ya en condiciones de afirmar que dos de las principales medidas para contener, o al menos controlar, el avance del coronavirus son la práctica masiva de tests de diagnóstico y el confinamiento de la población. Los tests sirven para conocer el estado de cada uno de los ciudadanos y, por consiguiente, la expansión de la enfermedad. El confinamiento, para evitar que la curva de contagios se yerga en exceso.
El confinamiento ha dado buenos resultados en España. Quizás pudiera haberse decretado algunos días antes. Aunque no muchos: recuérdese que la percepción del peligro derivado de la Covid-19 cambió poco menos que de la noche a la mañana entre nosotros, hará ahora unas tres semanas. Pero una vez implantado ha sido respetado de modo mayoritario. Y, tal y como vemos estos días, por otra parte muy dolorosos puesto que la cifra de fallecimientos escala sus picos más altos, la curva de los contagios va cayendo constantemente, anunciando un futuro inmediato mucho menos luctuoso.
Por el contrario, la herramienta del test para detectar el contagio ha sido infrautilizada en España. Se ha dispuesto de pocos, tanto en términos absolutos como relativos. Y no pocos de los recibidos han resultado tener una utilidad dudosa o limitada, hasta el punto de que el Gobierno no ha dudado en devolver a sus proveedores determinadas partidas.
Ahí se ha concretado, probablemente, una de las flaquezas más notables de la lucha contra el coronavirus en nuestro país. Ya disponíamos de indicios al respecto, pero datos recientes revelan, con una claridad meridiana, también hiriente, las diversas maneras en que distintos países han manejado este asunto. The Guardian publicaba ayer una comparativa con datos muy llamativos. Según el rotativo británico, a principios de enero, Alemania empezó a preocuparse por la amenaza del coronavirus y a desarrollar su propio test. A finales de febrero había producido ya cuatro millones y los seguía fabricando a razón de millón y medio por semana. Alemania compartió con la Organización Mundial de la Salud (OMS) su hallazgo el 17 de enero, una semana antes de que China, donde los tests se han practicado por cientos de miles, facilitara a la OMS el resultado de su propia investigación. En España no se dieron proyectos comparables, y el número de tests practicados no ha sido el idóneo para combatir la enfermedad.
Las enseñanzas que se desprenden de esta comparativa son claras. La primera es que, en un mundo globalizado y profusamente intercomunicado, ningún problema aparecido en un país remoto debe parecernos ajeno. Porque, como se ha visto, puede acabar no siéndolo. La segunda es que hay que estar siempre atentos y a punto para la respuesta más diligente.
La rapidez en el desarrollo y fabricación de pruebas fue mayor en Alemania o China que en España