Covid-19, una epidemia urbana
Las ciudades se enfrentan a la crisis con la debilidad de vivir juntos y la fortaleza de no vivir aislados
MECANISMOS DE DEFENSA
Las ciudades fomentan el contagio pero aportan el capital social para resolver la crisis
SALUD DEL PLANETA
La deforestación puede estar detrás de enfermedades como el coronavirus
pandemia del coronavirus será también recordada por la imagen icónica de los ciudadanos asomados cada noche a las ventanas aplaudiendo a los trabajadores de la sanidad pública.
Una fotografía urbana que expresa la paradoja que esta epidemia ha planteado a las ciudades y a quienes viven en ellas: la debilidad de vivir juntos, demasiado juntos para evitar los contagios masivos y la fortaleza de quienes no viven aislados.
“La ciudad siempre ha sido riesgo –sostiene el geógrafo de la UAB, Oriol Nel·lo– pero ese riesgo es también la clave del progreso de la humanidad”.
Dicho en otras palabras: en esta crisis las ciudades están a la cabeza de las zonas de mayor contagio peun ro también en ellas radica el capital humano y material para curar a la gente.
La pandemia de la Covid-19 nació en una ciudad, se desplazó por el mundo de ciudad en ciudad y es en las ciudades donde está causando más estragos.
Algunos epidemiólogos constatan que este virus y otros de origen similar que le precedieron en Asia o África son el resultado de la guerra que se está librando en la periferia del mundo urbano, entre los espacios naturales y el crecimiento arrollador de la actividad humana. En esta batalla a muerte, la humanidad habría esquilmado a las especies depredadoras de los animales proclives a transmitir esos virus y habría propiciado contactos con enfermedades hasta ahora desconocidas para el hombre.
Forma parte de lo que Josep Maria Antó, investigador sénior y creador de Isglobal define como “la cadena de errores” que empiela za en un contacto trivial en un mercado de Wuhan, en China, que las autoridades toleran pese a su insalubridad y que acaba poniendo en evidencia las debilidades del sistema sanitario de Barcelona. En medio, añade, está el hecho de que “nadie quiere escuchar a la ciencia cuando le dice que este sistema de desarrollo está poniendo en riesgo la vida del planeta”.
Casi 200 millones de personas se mudaron a zonas urbanas en el este de Asia durante la primera década del siglo XXI. Wuhan, la zona cero de la pandemia, una ciudad cuyos orígenes se remontan a 3.500 años, ha crecido en estas últimas décadas a expensas de este movimiento humano.
El patrón de la transmisión del coronavirus empieza así, de animal a humano y luego de un humano a otro y de ciudad en ciudad en mundo globalizado. El primer contagio europeo de la Covid-19 fue localizado en Stockdorf –una localidad no precisamente grande, 4.000 habitantes– de Baviera donde una mujer de Wuhan habría transmitido el virus a sus colegas de una multinacional, Webasto, dedicada a la producción de componentes para vehículos. Esto ocurrió a mediados del mes de enero. Esta misma cepa de la Covid-19 ha sido detectada luego en la Lombardía, el epicentro de la crisis sanitaria italiana, aunque la verosimilitud de este contacto, defendida por virólogos italianos, no ha sido confirmada.
Lo cierto es que hoy el mapa urbano del mundo es el mapa de la pandemia. Moscú es el epicentro de la plaga rusa, al igual que Nueva York lo es de la plaga americana.
En España, Madrid y el área metropolitana de Barcelona encabe