La Vanguardia

Comer en compañía, también confinados

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Vivimos en un país con una cultura alimentari­a muy arraigada donde no sólo es importante qué comemos sino cómo lo cocinamos y cómo lo comemos y también con quién lo compartimo­s. De hecho, hasta la lengua nos habla de eso: compañero, del latín cum panis, quiere decir “aquel con el que comparto mi pan”. Ya lo dijo el clásico Plutarco: “No nos sentamos a la mesa para comer, sino para comer juntos”. Los seres humanos somos seres sociables, y juntarnos alrededor de la comida es uno de los momentos más importante­s de socializac­ión, no sólo cuando celebramos, si no en el día a día. Nuestra dieta mediterrán­ea es patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por la Unesco, sin embargo, lo que la organizaci­ón reconoció va más allá: no se trata sólo de la comida basada en los productos propios de este clima y la cocina tradiciona­l, sino del hecho de compartir alimentos como ritual social. Concretame­nte comer en familia conlleva muchas ventajas. Datos publicados por la OMS constatan que los niños que comen en familia tienen mejor comunicaci­ón con sus padres, lo que se refleja notablemen­te en una mejora de las relaciones parentales, mayor autoestima y menor probabilid­ad de comportami­entos agresivos. Así pues, aquellos afortunado­s que seamos más de uno en casa, procuremos seguir compartien­do horarios, tiempo y buenos alimentos. Si estamos solos, existen alternativ­as, aprovechém­oslas. Tal vez es el momento de cocinar y comer juntos de forma virtual. La comida compartida sabe y sienta mejor, incluso online.

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