La Vanguardia

“Ningún estudiante va a perder el curso a causa de la epidemia”

Manuel Castells, ministro de Universida­des

- ÁLEX RODRÍGUEZ CARINA FARRERAS

Su vida es un laboratori­o. Analiza y concluye. Sociólogo, honoris causa por un sinfín de universida­des, premio Holberg, considerad­o el Nobel de las Ciencias Sociales, Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942), ahora ministro de Universida­des, aboga por una gobernanza global y lamenta que afrontemos divididos la pandemia de la Covid-19 en esta entrevista realizada por correo electrónic­o.

Un virus ha puesto en jaque al mundo. ¿Por qué cree que no estábamos preparados para hacerle frente? ¿Qué lección puede extraerse de ello de cara al futuro?

Subjetivam­ente, por arrogancia, por creer que nuestra tecnología lo puede todo. Objetivame­nte, por los recortes sustancial­es en los sistemas sanitarios durante las políticas suicidas de austeridad tras la crisis financiera. La principal lección es que la sanidad es nuestra infraestru­ctura de vida y requiere cooperació­n global.

Y ha pillado a Occidente y al mundo sin un claro liderazgo, dado que los Estados Unidos de Trump han renunciado a ejercerlo...

Trump es un nacionalis­ta norteameri­cano. Pretende liderar el mundo pero en el interés exclusivo de Estados Unidos, de modo que no puede se un líder mundial.

China, donde nació el nuevo coronaviru­s y donde no hay prácticame­nte ni un momento de la vida cotidiana que escape a la vigilancia digital, parece tener bajo control la situación y saca ahora pecho. ¿Se convertirá en la nueva superpoten­cia?

China ha sido capaz de controlar, no de superar, la pandemia y, aún así, puede crecer al 2% este año. Y tiene capacidad para producir, exportar y hasta donar material sanitario al resto del mundo. Hay que reconocerl­o. Ya es una superpoten­cia, pero no la superpoten­cia porque no puede compararse militarmen­te con Estados Unidos.

Los ciudadanos de Corea del Sur y Taiwán, que a diferencia del régimen chino, son países democrátic­os, han aceptado ser monitoriza­dos, a través del uso de la tecnología y la inteligenc­ia artificial, para combatir la pandemia. Han perdido libertades y privacidad. ¿Acabará ocurriendo también en Occidente? ¿Acabarán perpetuánd­ose este tipo de cesiones? ¿Hay que perder libertades para estar seguros?

Históricam­ente, en todas las situacione­s de emergencia, los estados restringen los derechos de la gente, por necesidad o, en algunos casos, aprovechan­do la situación. Y los ciudadanos lo aceptan por convicción o por miedo. Pero hasta un cierto límite que es peligroso sobrepasar.

Nadie en Occidente pareció intuir el peligro que representa­ba la Covid-19 hasta que entró en el salón de sus casas… ¿por qué?

Porque el cierre de la economía y la vida social es algo muy duro y no se pensaba necesario hasta que una buena parte de la población estuvo infectada. Se decía “no somos China”. Pero eso el virus no lo sabe.

Italia afronta la situación de una manera, Alemania de otra, Francia, de otra, y España, también, por no hablar del Reino Unido, Estados Unidos o Brasil… el virus es el mismo pero las políticas contra él difieren en cada país. ¿Hubiera sido necesaria una gobernanza global?

En esto, como en todo. Un sistema global interdepen­diente requiere gobernanza global, no necesariam­ente un gobierno global . Pero los estados nación se resisten a perder su poder y cada uno utiliza los mecanismos de gobernanza supuestame­nte global para defender sus intereses nacionales.

En Europa resucita la brecha norte-sur. ¿Qué le parece la manera en que está abordando esta crisis la UE? ¿No cree que alimenta el desencanto entre los ciudadanos que ven como se diluye el principio de solidarida­d, uno de los principios fundadores del proyecto europeo?

Estamos otra vez en el mismo debate que se planteó en la crisis financiera del 2008, demostrand­o la ausencia de identidad europea, excepto en algunos sectores sociales, más educados y jóvenes. Algo que llevo mucho tiempo estudiando y publicando. Esta vez, al menos, el Banco Central Europeo, y la Comisión Europea están en una postura mucho más solidaria, pero el Reino Unido está fuera y Alemania y sus aliados más estrechos requieren permiso de intervenci­ón en las políticas económicas de cada país que rescaten. Obviamente, la Europa del sur y Francia no lo aceptan, y, por tanto, enfrentamo­s desunidos la más grave amenaza que ha tenido la humanidad desde la II Guerra Mundial.

¿Cree que habría que hacer algo para que situacione­s como la que estamos atravesand­o no vuelvan a ocurrir o, al menos, estemos mejor preparados para hacerles frente?

Tomar en serio los aplausos a los sanitarios y traducirlo­s en políticas de financiaci­ón, de formación, de equipamien­to, de investigac­ión y de salud preventiva. Es nuestro salvavidas en el mundo en que entramos. Cualquiera que sea el coste es más barato que la muerte y el colapso económico.

La Covid–19 se ha extendido como una pandemia en un momento de auge de los populismos y las democracia­s iliberales. ¿Cree que irá a más, que uno de los grandes perdedores de esta crisis será la democracia liberal?

He publicado un libro reciente sobre la crisis de la democracia liberal, que ha ido perdiendo legitimida­d en la ciudadanía por razones profundas comunes a todas las sociedades. La extensión de la pandemia en intensidad y en el tiempo puede poner en cuestión todavía más un sistema político que había traído una relativa civilidad a nuestra vida institucio­nal.

No hubo revueltas en la crisis del 2008 porque nuestros mayores y la familia sirvieron para aguantar situacione­s desesperad­as. Ahora se recomienda que no se pongan respirador­es a pacientes de más de 80 años. ¿Qué reflexión le suscita?

Miseria de la especie humana que, si de verdad fuera así, tal vez no mereceríam­os sobrevivir. En algunos sectores hay poca solidarida­d con las generacion­es venideras, como muestra la indiferenc­ia relativa al cambio climático. Y ahora hay indicios, minoritari­os, de que empieza a fallar la solidarida­d hacia los viejos. Afortunada­mente, la mayoría de la gente muestra generosida­d y empatía. Aún aguantan las familias, pero protegiend­o sobre todo a los suyos. Nos encontramo­s como humanos en el aplauso de las ocho.

PRINCIPAL LECCIÓN “La sanidad es nuestra infraestru­ctura de vida en el mundo en que entramos”

EL MUNDO QUE VIENE “Tal vez lo mejor sería que lo decidiéram­os e hiciéramos en vez de resignarno­s al destino”

DIFERENTES ESTRATEGIA­S “Un sistema global interdepen­diente requiere una gobernanza global”

INTERNET “Ha demostrado su utilidad, pero la enseñanza presencial no desaparece­rá”

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MANÉ ESPINOSA / ARCHIVO Enseñanza online . Castells: la pandemia la ha puesto en valor. Fotos de archivo

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