Niedziela Raluy
Artista de circo, quinta generación
Más de 35.000 personas siguieron ayer a través de las redes sociales el espectáculo que el Circo Raluy Legacy ha pensado, ensayado y producido desde Reus, donde actuaba la compañía cuando se dictó la orden de confinamiento/
Voy a imaginarme que hay mucha gente, que hay mucho público, que tengo una batería... ¡y que la batería suena!”. Este es el pequeño gran deseo de Pietro, el payaso del Circo Raluy Legacy que ayer se pasó la tarde esquivando al Bigotes, el jefe que, como un virus coronado, todo lo prohíbe: los malabares, cantar y tocar instrumentos. La batería no estaba, pero Pietro la imaginó y sonó. Nadie se sentó en las gradas del circo, pero había público y mucho: 31.582 conexiones en Facebook, algo más de mil en Instagran y 3.000 en Youtube.
El centenario Circ Raluy Legacy estrenó ayer el primer espectáculo pensado, ensayado y realizado bajo la dictadura del coronavirus. La función registró 35.582 conexiones a través de los tres canales oficiales de la compañía. Suponiendo que sólo una persona miraba cada pantalla del Facebook, Instagram y Youtube, con ellos se habría llenado la carpa cincuenta veces.
A las cinco en punto (las doce en Argentina, desde donde también hubo muchas conexiones) se despertó el Bigotes envuelto de revalorizado papel higiénico. “¡Una broma de Pietro! ¿Dónde está Pietrooooo? ¡Pieeetro!” y con la excusa, el jefe indignado –seguido siempre a distancia por un cámara– recorre el campamento del Circo Raluy, que lleva tres semanas confinado en el Parc Sant Jordi de Reus. El día después de estrenar #themagicformula en la ciudad, les atrapó el decreto de estado de alarma.
Después de Reus la compañía seguía la gira en Gavà, Vilafranca del Penedès, Sant Sadurní d’anoia... Pero todo ha saltado por los aires. Artistas, malabaristas, actores, equilibristas... cada uno en su caravana, hablando entre ellos por teléfono y repartiéndose la carpa en turnos de dos para poder entrenar.
El segundo domingo de confinamiento emitieron por los tres canales una función del año pasado. Un éxito. El segundo domingo, mostraron en directo sus aposentos: desde la carpa hasta sus caravanas vintage de madera y moldura doradas. Más éxito todavía. Imaginaron un espectáculo –también era una manera de pasar las horas y sembrar algo de ilusión– que se adaptara a las circunstancias: sin contacto físico y con cuatro personas como máximo dentro de la carpa.
El mandamás Bigotes, que pretende ser desconsiderado y consigue ser gracioso, sólo deja limpiar al talentoso y poco valorado Pietro Vicentini que se las ingenia para cantar (se transforma en Freddy Mercury), para hacer malabares y para tocar la batería. Mientras, los aplausos se sucedían en la pantalla, “habéis llenado el circo virtualmente”, escribía Carlos. “¡Pietro, canta!”, “¡Ánimo Pietro! Me encanta, me parto”, tecleaba Maricel.
Y cuando el Bigotes consigue que Pietro se vaya de la carpa, entonces entran Jean Christophe y Kerry Raluy. Ellos sí podían estar juntos, porque son pareja y comparten caravana. Ellos sí podían abrazarse, bailar un mambo y cambiarse decenas de veces de vestuario en un alucinante número de transformismo que dejó al público virtual realmente atónito.
“Nunca había actuado sin nadie mirando... ha sido extraño”, confiesa luego Pietro. Tan extraño como estos días. Pero la quinta generación de los Raluy y el resto de la tropa no tira la toalla y ya imaginan el próximo domingo.
La batería no estaba pero sonó; nadie entró en el Circo Raluy, pero hubo público, 35.582 personas conectadas