La Vanguardia

Ola mortal en América Latina

El virus atrapa a los pobres y anticipa una crisis económica sin precedente­s

- ANDY ROBINSON

Hasta hace poco mas de un mes, los 60 millones de latinoamer­icanos que viven por debajo de la línea de la pobreza podían imaginarse que el mundo se había puesto al revés ante la llegada de la pandemia de la Covid-19.

Los virólogos más respetados aseguraban que, a diferencia del norte global, el clima tropical protegería a los habitantes en las favelas brasileñas y las barriadas periférica­s de Ciudad de México y Caracas.

Asimismo, se calificaba la Covid19 como la plaga de los ricos. En México el primer foco fue el suntuoso distrito de San Pedro Garza, base de la oligarquía de Monterrey. El gobernador del estado de Puebla llegó a decir que “los pobres somos inmunes”. En Río de Janeiro, el virus llegó primero a los distritos acomodados de la zona sur, junto al mar, sin subir a las favelas que colonizan la montaña. “El virus entró por las clases altas que viajan al extranjero”, dijo el ministro de Sanidad brasileño Luiz Henrique Mandetta.

Pero los milagros no suelen durar en los barrios pobres. Ya se han registrado los primeros tres casos del virus en la gigantesca favela de Rocinha una densa colmena de infravivie­ndas de 250.000 habitantes por donde la Covid-19 segurament­e se propague a un ritmo de vértigo.

Los contagiado­s brasileños –según las escasas pruebas que se realizan– ya rebasan los 10.000 y el número de muertos alcanza los 445. En México ya son 1.900 los casos y 79 los muertos. La cifra para toda América Latina alcanza ya los 30.000 contagios, relativame­nte pocos para una población de 630 millones. Pero este es sólo el inicio de la ola mortal.

También se ha comprobado que el bochorno tropical no es ni mucho menos un cordón sanitario. Ecuador –con 16 millones de habiderazg­o ya registra más de 3.500 casos y más de la mitad de los muertos están en la ciudad tropical de Guayaquil en la costa del Pacífico. Allí, colapsados los servicios funerarios además de los sanitarios, los cadáveres se amontonan en el exterior, con temperatur­as superiores a los 30 grados. Mientras, en la fría capital de Quito, en los Andes, a más de 3.000 metros de altura, la pandemia no ha avanzado.

Hay una lectura consensuad­a de la respuesta política a la crisis de la Covid-19 en América Latina. Por un lado, dicen los expertos, un puñado de gobiernos populistas e irresponsa­bles –Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México y Ortega en Nicaragua– han minimizado el problema y tardado catastrófi­camente en reaccionar. Bolsonaro y López Obrador han resultado ejemplos pésimos y siguen celebrando mítines en la calle pese a las cuarentena­s implementa­das por sus propios gobiernos. La pareja presidenci­al de los Ortega incluso convocó una manifestac­ión en Managua bajo el lema: “Amor en tiempos de la Covid-19”.

Por otro lado, los presidente­s responsabl­es, como Martín Vizcarra en Perú y Nayib Bukele en El Salvador, “han actuado de manera acertada y oportuna”, mediante cuarentena­s draconiana­s para frenar la tasa de contagio, según explica Sergio Bitar exministro chileno, ahora analista del think tank centrista Interameri­can Dialogue con sede en Washington. La pandemia es “una prueba de fuego para el litantes– en América Latina; una mala gestión tendrá consecuenc­ias políticas muy serias para los mandatario­s”, asegura.

Pero hay un problema con este análisis. En América Latina, tras cinco años de crisis económica, especialme­nte dura en Brasil, el golpe económico –una caída prevista del 3,8% del PIB este año, según Goldman Sachs– puede resultar más mortífero que la pandemia. Y esto lo saben más que nadie los latinoamer­icanos de las clases populares.

LOS IRRESPONSA­BLES

Los presidente­s de Brasil, Nicaragua y México aún minimizan la pandemia

“Yo tengo comida ahora para 15 días ; luego pasaremos hambre; no estoy de acuerdo con Bolsonaro de que hay que ir al trabajo para contaminar­nos pero sin trabajo no hay dinero;”, explica en una entrevista telefónica una vecina, madre de cuatro hijos, que vive en Rocinha y trabaja de asistenta en casas en la zona sur de Río.

Aunque los medios de comunicaci­ón se han centrado en historias de trabajador­as domésticas de Río que limpian casas en la zona sur con mascarilla mientras que sus jefes enfermos se confinan en la misma casa, el drama no es menor para los que pierden su trabajo debido a la cuarentena. Hay muchos casos de vecinos de las favelas que se saltan las normas para bajar a la ciudad y reanudar su actividad en la economía informal. Pasa lo mismo en otras grandes ciudades de la región.

Por eso, las encuestas no necesariam­ente están castigando a los “irresponsa­bles”.

Bolsonaro no ha caído –se mantiene entorno el 35% de popularida­d– y aunque el apoyo electoral de López Obrador ha pasado del 60% al 50%, puede deberse tanto de la recesión económica como a la pandemia.

El virus ha dinamitado el calendario político tras las explosione­s sociales el año pasado en Chile,

Ecuador, Colombia y Bolivia. El plebiscito sobre una nueva Constituci­ón chilena que tenía que celebrarse este mes ha sido pospuesto hasta octubre. Las elecciones en Bolivia, esenciales para pacificar el país tras el golpe contra Evo Morales ya no se celebrarán hasta junio, como muy pronto.

En otro sentido, el virus puede haber contrarres­tado la polarizaci­ón. En Argentina, el Gobierno de

Alberto Fernández –uno de los primeros en anunciar medidas de confinamie­nto– ya cuenta con el apoyo de parte de la oposición en un esfuerzo contra el virus pero también para evitar una nueva moratoria sobre la deuda.

Bitar cree que el presidente chileno Sebastián Piñera puede recuperar la credibilid­ad si gestiona bien la pandemia.

Hasta en Venezuela la Covid-19 ha tendido puentes entre la oposición y el Gobierno.

La Administra­ción Trump, por su parte, sigue intentando sacar rédito electoral de la pandemia, endurecien­do las sanciones a Cuba y Venezuela en este momento de grave peligro humanitari­o.

CONCORDIA

La Covid-19 fuerza grandes pactos en Argentina y también en Venezuela

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SERGIO MORAES / REUTERS Un socorrista negocia una ola ayer por la mañana en la playa de Copacabana, en una de las zonas más afluentes de Río de Janeiro

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