“Sin ser tremendista, la cicatriz va a ser grande”
Pablo Heras-casado se ha confinado a solas en su casa de Granada. El notorio director de orquesta es un posible caso de coronavirus: estuvo cuatro días con fiebre tras los que se ha sentido mejor, asegura, pero “hay que ser precavido”. La pandemia estalló al concluir él La Valkiria en el Real tras dos meses rodeado de gente, tanta como precisa una ópera de Wagner. Así que no lo pensó: dejó en Madrid a su hijo y su mujer, Anne Igartiburu, y se retiró.
¿Qué vida está haciendo?
Con esta casa que compré y restauré hace años tengo una relación profunda, es mi tierra y el barrio es como una extensión de mí. Tengo mucho de lo que soy, siempre vuelvo, es un punto de reunión con mi familia y amigos. Me ha faltado tiempo para estar aquí, así que no es un castigo. El castigo es no poder estar con mi familia. Me dedico a cuidarme, ordenar, leer, echar cuenta de las cosas, libros a los que hace tiempo que no hago caso, objetos que colecciono... me gusta el arte.
¿Ha pasado miedo?
No, he estado cuidado y vigilado, tengo gente alrededor pendiente y mis síntomas no han sido graves. Cuando ves a la gente que lo está pasando mal de verdad lo relativizas
y te vuelves más fuerte.
¿Cómo ha cambiado su percepción del mundo?
Estoy en shock, aunque soy calmado en toda situación nueva. Pero esto no tiene precedentes en la historia moderna. Impresiona que algo invisible, algo que no conocemos aún y que ni siquiera respetamos, esté haciendo que una sociedad que vive una carrera de desarrollo, producción y beneficios se pare. No nos damos cuenta de lo que nos está pasando. Y afloran cosas positivas: yo que tengo jardín y espacio abierto veo cómo estamos dejando en paz a la tierra y los pájaros. La humanidad aflora en su dimensión más natural: nos tenemos unos a otros, no importa clase ni estatus. Aquí estamos todos expuestos y surge la solidaridad.
¿Prevé cambios? ¿Valoraremos de otro modo la cultura?
Van a cambiar cosas: valoraremos nuestras pequeñas discotecas, ese rato leyendo en tu rincón, el acceso a películas que son memoria colectiva. Volver a ese tipo de memoria es una oportunidad. Y creará poso, pues eso no ha hecho más que empezar, y no es por ser tremendista. La cicatriz va a ser grande. Y las cicatrices son buenas, pues no te recuerdan la herida sino cómo la superaste.