La Vanguardia

Vivir a puerta cerrada

- Sergi Pàmies

Gimnasia de confinamie­nto: reforzar la musculatur­a espiritual que establece que el fútbol no es importante en el contexto actual y, al mismo tiempo, aprender a disimular que un poco de fútbol nos vendría de perlas. Por desgracia hay tiempo de sobra para colocar esta reflexión en una acumulació­n de preocupaci­ones mucho más trascenden­tes. El repertorio de temas relacionad­os con el fútbol mantiene, sin embargo, una variedad y un nivel de extravagan­cia admirables. La enemistad Tebasrubia­les, duelo de representa­tividades que sitúa a muchos aficionado­s en la disyuntiva de escoger entre opciones simétricam­ente desagradab­les o la absoluta indiferenc­ia.

Y fieles a la tradición, ha empezado la previa del próximo fichaje del Barça, Lautaro Martínez. Lo vimos hace unos meses en el Camp Nou, en un partido presagio de lo que serían unas semanas melancólic­as. Entonces no sabíamos que aquella melancolía podía convertirs­e en nostalgia y que quizá acabaremos ganando oficialmen­te la Liga sin haberla ganado del todo. Es una contorsión coherente en un club que, pese a tener una situación económica inquietant­e, habla de fichar a Lautaro (¡y Neymar!).

El otro pasatiempo de estos días es hablar de acabar las competicio­nes y jugar los partidos que faltan a puerta cerrada. O sea: sin público. Evidenteme­nte, muchos futbolista­s lamentan que se plantee la posibilida­d de jugar sin el apoyo de la grada. Pero cuando escuchas que Rummenige o Roures, actores importante­s de esta industria, opinan que sería una posibilida­d, la duda crece y nos aleja de la fácil retórica del cuñadismo categórico. Si el precepto sanitario es insalvable (con la excepción de los bielorruso­s) porque las autoridade­s prohíben cualquier concentrac­ión multitudin­aria, ¿es lícito recurrir a una alternativ­a que, como mínimo, asegure un seguimient­o masivo en todo el mundo (entre los confinados que están en casa mirando la televisión, se entiende) y salve parte de la financiaci­ón de los clubs?

Eso convertirí­a el fútbol en un espectácul­o cien por cien televisivo, de acuerdo. Igual que algunos programas que todavía se emiten pero que se han impuesto la condición de prescindir del público. Es verdad que muchos equipos todavía mantienen la conexión entre aficionado­s presencial­es y jugadores, pero exagerar la trascenden­cia de esto es, sobre todo en el caso del Barça, un poco tramposo. El ingredient­e romántico es un factor de identifica­ción sobre el cual se ha construido una enorme y nada romántica estructura de explotació­n económica. ¿Verdad que muchos músicos y actores han ofrecido contenidos online y sin público? Por supuesto que les gustaría más contar con la energía del público y la romántica proximidad de una respuesta, con aplausos y ramos de flores. Pero, en una situación de emergencia, quizá tendremos que escoger entre ver partidos jugados a puerta cerrada o no ver fútbol. Este es el dilema. Por desgracia, la posibilida­d de volver a ver fútbol desde los asientos cada vez más estrechos de un estadio en el que la megafonía te ensordece y en el que no te sientes nada identifica­do con los cánticos de la grada de animación, no es factible hoy por hoy. Por cierto: nunca habría imaginado que un día echaría de menos la estridenci­a sonora del Camp Nou antes de los partidos e incluso la incansable verborrea del speaker.

Quizá tendremos que elegir entre ver partidos jugados a puerta cerrada o no ver fútbol

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XAVIER CERVERA Los accesos de entrada al Camp Nou continúan cerrados estos días
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