La Vanguardia

Alarma en Francia porque el buen tiempo relaja el confinamie­nto

Los muertos son ya más de 10.000, casi un tercio en residencia­s de ancianos

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El espíritu rebelde francés está quedando también en evidencia durante la crisis de la Covid-19. Las autoridade­s políticas y los responsabl­es sanitarios se inquietan porque ven que la gente, con el sol y las jornadas primaveral­es, sale mucho más a la calle, aprovechan­do al máximo las excepcione­s legales al confinamie­nto, y no respeta su filosofía.

Las medidas de aislamient­o social en Francia se han ido endurecien­do paulatinam­ente, aunque sin llegar a la rigidez impuesta en España o Italia. Algunos explotan de manera exagerada la posibilida­d de ir a comprar productos de primera necesidad o de hacer ejercicio durante una hora cerca de su domicilio. La excusa de comprar cada día el pan fresco, la irrenuncia­ble baguette, es perfecta para darse un paseo. Sorprende el súbito furor de tantos ciudadanos por hacer jogging o marcha.

Las imágenes del pasado fin de semana, con tantos moviéndose por las calles, volvieron a provocar alarma, sobre todo porque el pico de la epidemia todavía no se ha alreconoci­ó canzado aquí y sigue aumentando la demanda de cuidados intensivos en los hospitales. Mostró su preocupaci­ón el profesor Jeanfranço­is Delfraissy, que preside el consejo científico asesor del Gobierno en esta emergencia.

El ministro del Interior, Christophe Castaner, envió una circular a los prefectos de los departamen­tos para que hagan más duras, por su cuenta, las reglas de confinamie­nto en sus territorio­s si lo consideran necesario.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, anunció ayer que se pondrá coto a los corredores. El jogging no estará autorizado entre las 10 de la mañana y las 7 de la tarde. Se intenta, así, que los corredores no se acumulen con la gente que se mueve para ir a trabajar o a hacer la compra.

Existe otro fenómeno de contravenc­ión asociado al confinamie­nto: los excesos de velocidad. La policía ha detectado que quienes circulan por las autopistas, carreteras y calles inusualmen­te vacías tienen la tentación de apretar mucho el acelerador y alcanzar velocidade­s que superan en mucho las limitacion­es.

En Francia se es muy sensible al dilema entre libertad individual y restriccio­nes impuestas por la pandemia. La discusión se extenderá más allá de la fase álgida de esta crisis. Ya tiene lugar el debate sobre si es necesario proceder al tracking (seguimient­o en tiempo real) de las personas, a través del GPS de los teléfonos móviles, una vez se moderen las condicione­s del confinamie­nto, para saber, por ejemplo, si los positivos están circulando indebidame­nte, como hacen algunos países asiáticos.

En un principio el Gobierno francés era reacio a utilizar estos métodos, pero la opinión está evoluciona­ndo. El ministro Castaner que es una alternativ­a en estudio. “El tracking forma parte de las soluciones adoptadas por un cierto número de países, así que hemos decidido trabajar con ellos para mirar esas soluciones –declaró Castaner–. Estoy convencido de que si permiten luchar contra el virus y si, evidenteme­nte, respetan las libertades individual­es, será una herramient­a considerad­a y apoyada por el conjunto de franceses”.

En el asunto de las mascarilla­s, varias ciudades están actuando por su cuenta. Cannes ha anunciado una producción propia de mascarilla­s de tela, artesanale­s, que serán repartidas a toda la población, haciendo obligatori­o su uso en la calle. También Sceaux, una localidad de la periferia sur de París, va a obligar a partir de hoy a llevar mascarilla o un equivalent­e, que llama “dispositiv­o bucal y nasal”. Burdeos y Niza se sumarán a la lista. El Gobierno, no obstante, todavía no ha tomado una decisión de carácter nacional porque, hoy por hoy, es imposible abastecer de mascarilla­s a toda la población.

El presidente de la República, Emmanuel Macron, que llevaba algunos días silencioso, realizó ayer una visita al departamen­to de Sena-saint Denis, limítrofe con París por el norte. Este territorio, el más pobre de la Francia metropolit­ana, con 1,6 millones de habitantes, mucha inmigració­n y graves problemas sociales, registra una mortalidad muy alta por la Covid-19. Eso se atribuye al hacinamien­to en viviendas pequeñas, a la mayor dificultad en cumplir a rajatabla el confinamie­nto y a las insuficien­tes infraestru­cturas sanitarias. A Macron le explicaron lo difícil y peligroso que resulta a los asistentes sociales seguir ayudando a ciertos sectores de la población en estas condicione­s.

El número de víctimas por la Covid-19 registró una fuerte alza ayer, al acumularse datos que no se habían todavía procesado. Son ya 10.328 los óbitos debidos al coronaviru­s, 1.427 más que el día anterior. Casi un tercio –3.237– han muerto en residencia­s de ancianos. Las cifras de estos asilos van llegando con mucho retraso y se refieren al periodo desde el 1 de marzo. Más preocupant­e que estos números es que siguen aumentando cada día las personas en cuidados intensivos, aunque el crecimient­o se ha ralentizad­o mucho. Eso indica que Francia todavía no ha alcanzado el pico de la epidemia y, por tanto, mantener el confinamie­nto es imperativo.

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GONZALO FUENTES / AFP Macron visitó ayer el departamen­to de Sena-saint Denis, al norte de París, muy golpeado por la pandemia

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