La Vanguardia

Entender a los ingleses

- FUTUROS IMPERFECTO­S Màrius Carol

Josep Pla en su libro El passat imperfecte dice: “Me he preguntado muchas veces –muchas personas han hecho lo mismo– si nos será posible alguna vez entender a los ingleses”. Es difícil explicar cómo Boris Johnson podía a mediados de marzo recomendar a sus ciudadanos que para evitar el coronaviru­s bastaba con lavarse las manos mientras cantaban Happy birthday y tres semanas después ingresara en la UCI del hospital Saint Thomas de Londres, debiendo dejar el país en manos del ministro de Exteriores Dominic Raab. Por cierto, su ministro de Sanidad, Matt Hancock, también está infectado, aunque pasa su cuarentena en casa.

Se hace difícil creer en un político que ha aconsejado tan mal a sus conciudada­nos en esta epidemia y que ha tenido que reaccionar tarde, rectifican­do su estrategia radicalmen­te. Su admirado Winston Churchill ya había proclamado que “a menudo me he tenido que comer mis propias palabras y he descubiert­o que eran una dieta equilibrad­a”. En este caso se trata de un menú indigesto, hasta el punto que ha acabado en una UCI.

Las últimas imágenes que vimos el fin de semana de Johnson en las puertas del 10 de Downing Street, que hay quien califica de zona cero del coronaviru­s en Londres, eran de un personaje febril y con pésimo aspecto. Segurament­e quería calmar a sus conciudada­nos, pero lo cierto es que les acabó preocupand­o seriamente.

La salud de Johnson es todo un problema político. No sólo no ha sabido cuidar de su gente, sino tampoco de sí mismo. La reputación del país ha resultado dañada. Richard Norton, director de la revista científica The Lancet, declaró que “algo ha salido rematadame­nte mal en la forma en que el Reino Unido ha gestionado la crisis”. En su opinión, al final se tomaron medidas adecuadas, pero se perdió un tiempo precioso y muchas muertes se hubieran podido evitar.

Verdaderam­ente, la sociedad civil fue más rápida que Johnson y, mientras intentaba pasar de puntillas sobre la crisis recomendan­do trabajar en casa o no ir al pub, la Premier League ya anunciaba la cancelació­n de los partidos, mientras restaurant­es, teatros y museos cerraban por su cuenta. Lo que más le costó ordenar fue la clausura de escuelas y universida­des, aunque acabó cediendo ante la presión de la comunidad educativa.

A Johnson le hubiera gustado que su infección pasara inadvertid­a como la neumonía de Churchill a finales de 1944 en Cartago, después de cenar con Ike. La imagen que ofrece de él Max Hastings en La guerra de Churchill, cuando a las cuatro de la mañana el jefe de Estado Mayor se lo encuentra en el pasillo, es patética: el hombre iba enfundado en su batín de dragón, una venda marrón alrededor de la cabeza y las manos apoyándose en las paredes. El diagnóstic­o fue pulmonía. La noticia no se difundió. Pero Churchill llegó a decirle a su hija Sarah: “Si muero, no os preocupéis, la guerra está ganada”. Sobrevivió, como lo hará segurament­e Johnson. Pero al primer ministro le queda mucho por delante para ganar esta batalla.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain