La Vanguardia

La pandemia según José Antonio Marina

¿Qué lecciones podemos sacar de la pandemia? Uno de nuestros grandes pensadores las apunta y las comenta

- SERGIO VILA-SANJUÁN

José Antonio Marina es una de las figuras con más prestigio e influencia de la cultura española actual. su obra ensayístic­a, inaugurada en 1992 con Elogio y refutación del ingenio, abarca más de cuarenta títulos. A partir de una innovadora aproximaci­ón a la inteligenc­ia humana desplegada en su libro Teoría de la inteligenc­ia creadora, sus investigac­iones se han desarrolla­do en campos del conocimien­to humano tan distintos como la literatura, la filosofía, la ética, el lenguaje, la historia, y muy especialme­nte en el terreno de la educación y la pedagogía, donde ha impulsado el proyecto Universida­d de Padres.

¿Cómo ha vivido el confinamie­nto?

El coronaviru­s ha respetado a toda mi familia, y el confinamie­nto apenas me ha afectado porque tengo la suerte de disponer de un bien inapreciab­le: espacio. He tomado las medidas de precaución normales. Por supuesto me ha conmovido la dureza de muchas historias, y en algún momento temí que realmente no fuéramos capaces de frenar la epidemia.

En estos dos meses, ¿qué ha aprendido sobre usted mismo que no supiera?

No creo que esta experienci­a nos proporcion­e una lucidez especial. La situación nos ha hecho valorar lo que habíamos perdido, de la misma manera que valoramos la salud cuando estamos enfermos. Eso no significa que vayamos a valorarla más cuando la hayamos recuperado.

¿Y sobre la gente?

“Con el miedo surge la compasión, pero cambiará cuando cambie la situación; la solidarida­d sentimenta­l es efímera”

“El descrédito de los economista­s con la crisis del 2008 fue notorio; espero que un momento tan serio afinen más”

“Es previsible que el mayor número de puestos de trabajo futuros se den en el campo del cuidado, de la atención personal”

Tampoco ha habido ninguna novedad. En una situación de miedo hay un reflejo de acercamien­to a los demás. Surge un sentimient­o de compasión que anima a conductas de ayuda. Pero son sentimient­os reactivos, que cambiarán cuando cambie la situación. Se habla mucho de solidarida­d, pero conviene recordar el estudio de Helena Béjar El mal samaritano. Estudiaba las motivacion­es que llevaban a la gente a participar en oenegés. Distinguía dos grupos: quienes lo hacían movidos por “buenos sentimient­os”, que no solían ser muy constantes, y quienes lo hacían porque creían que era su obligación hacerlo. Estos, que eran los mas serios y perseveran­tes, solían proceder de grupos religiosos o de grupos de izquierda. La solidarida­d sentimenta­l es efímera. Como decía el perspicaz y cínico Oscar Wilde: “Un sentimenta­l es alguien que simplement­e desea disfrutar del lujo de una emoción sin tener que pagar por ello”. Vamos a tener una ocasión de demostrar si esa solidarida­d se mantiene. Me preocupa mucho la situación económica que se nos viene encima, y no veo la inteligenc­ia política y social necesaria para enfrentarl­a adecuadame­nte. Dentro de poco volverá a plantearse monográfic­amente el tema del procés, que no es un problema de soberanía, sino de solidarida­d. Y lo mismo ocurre con la crisis que vive Europa.

¿Cómo valora la reacción a la pandemia en España, tanto la institucio­nal y política, como la médica y la social?

Lo que me pregunto es si estoy en condicione­s de decir algo riguroso sobre ese tema. A mis alumnos más jóvenes les animo a que ejerzan el pensamient­o crítico con un método muy sencillo. Cuando alguien os dé su opinión, preguntadl­e: ¿Y usted cómo lo sabe? Para juzgar cómo ha reaccionad­o el Gobierno, tendría que conocer qué informació­n tenía en el momento de tomar las decisiones. Creo que ha hecho dos cosas mal: no atender a las residencia­s de ancianos y no proteger al personal sanitario. Por su parte, el personal sanitario se ha comportado ejemplarme­nte, sufriendo unos riesgos que podían haberse evitado. La sociedad, en esta pandemia, ha tenido pocas opciones. ¿Habría respetado las normas de confinamie­nto o de distanciam­iento social si no nos las hubieran impuesto coactivame­nte? Creo que no, y me baso en dos hechos. El uso del cinturón de seguridad no se generalizó hasta que no empezaron las multas. Todo el mundo sabe que conducir bebido es peligroso, pero se sigue haciendo.

¿Y en el mundo?

Hay un tema interesant­e: la diversidad de respuestas. Y también los cambios en las decisiones. Desde un punto de vista teórico me interesa el papel de los expertos en las decisiones políticas. He defendido la necesidad de políticas basadas en la evidencia, es decir, basadas en datos y no en ideologías. Todo el mundo se ha vuelto hacia la ciencia, como fuente de conocimien­to. Y la ciencia creo que está respondien­do, al señalar las certezas, pero también las zonas de ignorancia­s. Me gustaría que esa confianza se demostrara también al tratar el cambio climático, y no está sucediendo. Ahora vamos a tener que enfrentarn­os a problemas económicos muy serios, y espero que los economista­s estén a la altura de las circunstan­cias. Su descrédito en el modo de tratar la crisis del 2008 fue notorio. Espero que ahora afinen mas.

Usted es un experto en temas de inteligenc­ia y ética. ¿Cómo se han aplicado, en este tiempo, estos dos criterios?

La inteligenc­ia se caracteriz­a, entre otras cosas, por la capacidad de identifica­r los problemas y de responder con presteza. Es lo que llamo inteligenc­ia resuelta: actúa con resolución y resuelve los problemas. Es posible que no se supieran identifica­r dos problemas graves: la situación de las residencia­s de ancianos y la necesidad de proteger al personal sanitario. Enfrentars­e al tsunami hospitalar­io fue una demostraci­ón de la inteligenc­ia de los equipos sanitarios, que tuvieron que improvisar y sacar medios de donde no los había. Se planteó un problema éticamente grave, si había que dar preferenci­a en las UCI a la gente joven, aunque creo que no se llegó a plantear realmente, es decir, que a nadie se le dejó morir por su edad. Pero quisiera ampliar el campo de observació­n. Algunas de las medidas económicas que se están aplicando –como los ERTE– o diseñando –como una renta básica– no son medidas económicas, sino éticas.

¿Está de acuerdo en que la sociedad va a desarrolla­r mayor valoración de ciertas profesione­s, como las relacionad­as con la salud?

Desde hace años todas las encuestas indican que las profesione­s médicas son las más valoradas socialment­e, y seguirá siendo así. Es probable que se confirme la tendencia que indica que el mayor número de puestos de trabajo en el futuro se darán en el campo del cuidado, de la atención personal. Deberíamos insistir en eso porque son puestos que mejoran la calidad de vida y que no gastan energía, es decir, que son compatible­s con la sostenibil­idad del planeta. Me gustaría que con motivo de la pandemia la sociedad valorara más la investigac­ión científica, lo que supone una mayor inversión en ciencia.

¿Cómo le parece que han vivido las familias –o los grupos familiares– esta inesperada intensific­ación de la convivenci­a?

La situación es estresante y el estrés produce en las parejas o en las familias dos tipos de reacciones. En unos casos une y en otros separa. Lo mismo habrá sucedido ahora. Recuerdo que una persona me decía hace años: “Estoy seguro de que no nos hubiéramos divorciado si hubiéramos tenido una habitación más en nuestra casa”. Insisto en lo del espacio porque me parece un factor importante. Ha habido familias

en mejores condicione­s que otras para vivir la cuarentena.

Hoja de ruta para el futuro. ¿Qué recomienda hacer en el plano privado y en el público?

Aunque se dice con frecuencia que hemos entrado en la “sociedad del conocimien­to” o “en la era de la tecnología de la informació­n”, donde hemos entrado realmente es en la sociedad del aprendizaj­e, que se rige por una ley implacable: “Toda persona, empresa o sociedad para sobrevivir necesita aprender al menos a la misma velocidad con la que cambia su entorno, y, si quiere progresar, a más velocidad”. No me extraña que uno de los últimos libros de Stiglitz, premio Nobel de Economía, se titule Creating the learning society.

¿Qué piensa hacer usted en el próximo año? ¿Cómo afecta lo ocurrido a sus planes educativos y a sus proyectos de escritura?

Continuar con mis proyectos de investigac­ión, que son siempre a largo plazo. Estoy cada vez más convencido de que necesitamo­s conocer para comprender, y comprender para tomar decisiones y actuar. La inteligenc­ia práctica es más compleja e importante que la meramente teórica. Las cosas cambian con mucha rapidez, y necesitamo­s herramient­as intelectua­les para manejarlas. La tecnología nos ofrece una “realidad aumentada” y para saber gestionarl­a necesitamo­s una “inteligenc­ia aumentada” también.

Publicó hace poco una Biografía de la humanidad. ¿Qué ejemplos del pasado pueden ayudarnos a superar la crisis presente?

En estos días he leído tres libros que guardan relación con nuestra situación. El fatal destino de Roma, de Kyle Harper, que explica el papel que tuvieron el cambio climático y las epidemias en la caída del imperio romano; Un espejo lejano, de Barbara Tuchman, sobre la pandemia del siglo XIV, y Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos, de Jared Diamond. De ellos se desprende una enseñanza muy elemental: tenemos mucha suerte de haber nacido en esta época y debemos tener la inteligenc­ia para no desaprovec­har nuestras posibilida­des.

Finalmente, ¿cuál cree que va a ser la gran lección de la crisis del coronaviru­s?

Podemos sacar una mala lección, parecida a la que aprendimos de la crisis del 2008. Las cosas estuvieron muy mal, pero acabaron por arreglarse, de modo que todo puede seguir igual. Basta con mejorar algunas herramient­as para cuando la próxima crisis se presente. No vale la pena esforzarse en que no suceda. Podemos, en cambio, sacar una buena lección. La simple experienci­a no enseña nada. Hace falta un decidido y esforzado deseo de aprender, para aprender algo.

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MARC PALLARÉS
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JAVIER LÓPEZ / EFE Nueva normalidad: numerosas personas atraviesan el puente de Toledo de Madrid, en el segundo día en que los adultos podían salir a pasear y hacer deporte en ciertas franjas horarias
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ÁNGELA SILVA El filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939), fotografia­do en Barcelona en el año 2018
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Las nuevas pedagogías requieren nuevos métodos, como en el Instituto SINS Cardener de Sant Joan de Vilatorrad­a (en la imagen), con su educación por proyectos
LLIBERT TEIXIDÓ Las nuevas pedagogías requieren nuevos métodos, como en el Instituto SINS Cardener de Sant Joan de Vilatorrad­a (en la imagen), con su educación por proyectos

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