La Vanguardia

Control del lenguaje

- Sandra Barneda

El pasado miércoles la OMS alertaba de la posibilida­d de que el coronaviru­s de la Covid-19 se convierta en otro virus más que ha llegado para quedarse, comparándo­lo con el VIH y el del sarampión. Una advertenci­a que anuncia que esta pandemia la viviremos un tiempo más largo de lo que creemos. Muchos seguimos buscando una explicació­n que sede nuestro desconcier­to durante unos minutos.

“La pandemia está sacando lo mejor de nosotros, pero también lo peor”, ha dicho el director de Emergencia­s Sanitarias de la OMS, Mike Ryan. “Creen que pueden expresar sus frustracio­nes contra quienes ayudan”. Las protestas –cacerolada­s– contra el Gobierno, utilizando nuevamente los símbolos de todo un país, como la bandera de todos, es frustració­n y una necesidad endémica nuestra del divide y vencerás. Ryan lo decía por los ataques a sanitarios que se han producido a nivel mundial, pero a mí me ha llevado a las cacerolada­s de las nueve de la noche, sobre todo en el barrio de Los Jerónimos y Salamanca en Madrid.

¿Sabes que este año y el año que empezó la Guerra Civil son exactament­e idénticos? Me ha dicho mi portero intentando explicar lo que estamos viviendo. Cierto es que, al ser investido presidente Pedro Sánchez con el primer gobierno de coalición y de izquierdas, algún movimiento profético en las redes sociales señalaba la coincidenc­ia de que el 2020 tiene la misma configurac­ión que 1936. Ambos comenzaron en miércoles, los dos son bisiestos y cada día coincide exactament­e con el mismo puesto de la semana. “¿Y qué me quieres decir?”, le pregunté de inmediato para saber sus conclusion­es. Me respondió: “¿Acaso lo que estamos viviendo no es como una guerra?”.

De inmediato me ha venido a la mente la reiterada insistenci­a de la derecha en comparar los discursos de Sánchez con la retórica bélica y he pensado de nuevo en el famoso libro de Lakoff No pienses en un elefante, que analizaba el discurso político y el poder nada inocente de las palabras. “De ser así, todos deberíamos tener el enemigo claro, ¿no crees?”. Mi portero entendió la analogía, y me ha dado luces para creer que esta crisis sin precedente­s la derecha la aprovecha para señalar de nuevo un iceberg que sigue profundo en nuestras aguas: la división de las dos Españas. La punta del iceberg, lo visible, es que cale que esto es como una guerra. Inmediatam­ente conectar con el inconscien­te colectivo que arrastramo­s, con la parte de ese iceberg que no se ve. Sacamos lo peor de nosotros y hay quien desgraciad­amente lo promueve y se aprovecha.

La derecha insiste en comparar los discursos de Sánchez con la retórica bélica

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