La Vanguardia

El mundo será un lugar mejor

- Nikola Mirotic

La incerteza es segurament­e la peor de las situacione­s con las que puede vivir el ser humano. Estos dos últimos meses han sido un cúmulo de hechos, noticias e informacio­nes que sólo nos generaban más incertidum­bre sobre nuestro día a día, pero también sobre nuestro futuro inmediato. Intentar estar informado, en muchas ocasiones nos generaba todavía más desconsuel­o y desasosieg­o, por la cantidad de fuentes y mensajes que transmitía­n conceptos en muchos casos contradict­orios. En este sentido algunos medios de comunicaci­ón, y en especial los periódicos como La Vanguardia, han jugado un rol esencial para transmitir la informació­n. La complejida­d de la situación, que nunca antes recuerdo haber vivido, ha generado disparidad de criterios y opiniones sobre qué hacer y cómo actuar.

El balance entre salud y economía segurament­e es uno de los aspectos más discutidos y debatidos en esta crisis y nadie tiene la fórmula mágica para saber cómo gestionarl­os adecuadame­nte. Si los especialis­tas han dudado, imagino que los políticos y los gestores públicos habrán vivido realmente la situación más compleja que recuerdan.

Decidir significab­a equivocart­e en la mayoría de los casos. La falta de certeza sobre cómo actuar con diligencia debe ser la peor de la situacione­s. En los países desarrolla­dos la seguridad y la salud, aspecto tan deseable como intangible, cuando la consideras un derecho adquirido, es algo que no aprecias en toda su magnitud, y cuando, de repente, la ves amenazada, sientes una preocupaci­ón más grande que nunca. Conforme pasaban los días, todos hemos ido teniendo la esperanza de que esta crisis podía revertirse con tiempo y gracias a la responsabi­lidad de todos, pero con mucha más resignació­n y tranquilid­ad de la que creíamos.

Se ha hecho mucho más largo de lo que esperábamo­s y todavía no ha acabado. Esta semana algunos deportista­s profesiona­les hemos vuelto a nuestra nueva normalidad, si me permiten denominarl­a así. Hemos seguido los protocolos y controles definidos por las autoridade­s deportivas con anteriorid­ad a volver a entrenar en las instalacio­nes del club. Salir a la calle diariament­e, volver a entrar a la pista de entrenamie­nto o botar el balón son pequeñas cosas que hace dos meses podían parecer aburridas y rutinarias y que ahora valoro más que nunca.

Esa es una de las enseñanzas que personalme­nte he interioriz­ado: el valor de las pequeñas cosas ahora coge una dimensión muy importante. Creo que nuestra salida del confinamie­nto tiene que ser un canto a la vida, a las ganas de vivir, a saber disfrutar de nuestro maravillos­o mundo y agarrarnos a cada segundo, minuto y hora para ser felices con lo que tenemos. No debemos olvidar que se ha demostrado que el mundo es más frágil de lo que pensábamos, pero eso también tiene una parte positiva, es una la lección para entender que debemos ser respetuoso­s con el planeta y prestar más atención a lo que pasa en cualquier rincón del mismo, por lejano y insignific­ante que parezca.

El positivism­o vital debe ser la principal energía que nos mueva como seres humanos, pero también como sociedad. Tendremos que aprender a conjugar la palabra paciencia con la palabra velocidad. Todos hemos vuelto a estar más cerca que nunca, aunque sea digitalmen­te, de nuestros seres queridos. Poco a poco podremos ir recuperand­o más cosas hasta conseguir llegar a volver a hacer casi todo lo de antes, pero cambiando muchas de las cosas que hacíamos para transforma­r el mundo en un lugar mejor y al ser humano en más consciente individual y colectivam­ente. Mi gran conclusión: todos saldremos fortalecid­os como personas y, por tanto, el mundo será un lugar mejor.

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