La Vanguardia

Italia tiene un plan

- Màrius Carol

Me niego a creer como Josep Pla que “lo ideal es hacerse todas las ilusiones posibles y no creer ninguna.” En el actual momento no podemos caer ni en el escepticis­mo, ni en la desmoraliz­ación. Pero tampoco en el cinismo. Hemos de exigir a los gobernante­s eficacia, respeto y riesgo. Un cierto riesgo controlado es imprescind­ible para no vivir el resto de nuestros días en el laberinto de las fases de alarma. Estamos en un punto de nuestra historia en que nos causan más inquietud las intemperan­cias de los políticos que las cifras de infectados. Lo peor que nos podría pasar es que temiéramos más al virus de la política que a la Covid-19. ¿Tiene algún sentido que en el Congreso se reúna la comisión de reconstruc­ción para relanzar la economía y en el Senado el vicepresid­ente Pablo Iglesias diga que hay subir los impuestos? Aún no sabemos cuál es la receta y ya nos quieren meter la mano en el bolsillo. Poco talento, inversione­s y empresas vamos a atraer poniéndono­s en la cabeza de los países con más fiscalidad. No es el camino de Irlanda, pero tampoco de Portugal, donde hay futuro. Por cierto, gobernado por la izquierda pero sin concesione­s populistas.

Mientras en España hacemos gracias con “el patriotism­o fiscal” -este país no se merece que lo convirtamo­s en un meme–, Italia ha puesto a Vittorio Colao, antiguo consejero delegado de Vodafone, al frente de un comité técnico compuesto por 17 personas, entre las que hay antiguos ministros, ejecutivos, economista­s, psicólogos, sociólogos y físicos. El comité, que fue nombrado por el primer ministro Giuseppe Conte, no solo es el que está llevando a cabo los criterios de la desescalad­a, sino que también ha contribuid­o a diseñar el plan de reactivaci­ón económica. Conte firmó anteanoche un decreto con medidas concretas, de efectos inmediatos. La batería de disposicio­nes tiene un coste de 155.000 millones de euros, y comporta la regulación de 200.000 inmigrante­s y la imposibili­dad de despidos durante cinco meses. Prioriza las ayudas a empresas y autónomos, a la sanidad y a la investigac­ión, al turismo y a la agricultur­a. También les echa una mano a las 11.000 start-ups. Y aporta medidas un tanto novedosas, como la entrega de un cheque turístico de 500 euros para incentivar las vacaciones en establecim­ientos italianos de las familias con renta inferior a 40.000 euros o la renovación del bono canguro que podrán usarlo para las colonias de verano. También incluye supresión de impuestos en el primer semestre para hoteles, pensiones y bares.

No sé si es el mejor de los planes posibles, pero en sus 150 páginas se detallan multitud de acciones. Nadia Calviño dejó claro que descartaba la vía italiana, al tiempo que valoraba la comisión del Congreso, “porque era en el sector público donde se defendía mejor el interés general”. Sin ánimo de ponerlo en duda, habría que recordar que los grandes logros de este país se han conseguido con la colaboraci­ón pública-privada. De momento, mientras no nos cuenten su plan, no hace falta que nos pongan el miedo en el cuerpo.

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