La Vanguardia

Perro Pequeño y su madre

Masculinid­ad, familia y Vietnam

- BEGOÑA GÓMEZ URZAIZ

El 2019 fue un año tectónico para Ocean Vuong. En junio publicó su primer libro en prosa, En la tierra somos fugazmente grandiosos, con reacciones extáticas de colegas como Ben Lerner, Max Porter o Michael Cunningham, críticas rendidas y excelentes ventas. En septiembre le dieron la beca Macarthur para “genios”, la mejor dotada del mundo. Seis semanas más tarde, falleció su madre, Rose, con solo 51 años y de un cáncer fulminante.

Todo el libro, que llega tras ganar todos los premios posibles con su primer poemario, Cielo nocturno con heridas de fuego (edición bilingüe en Vaso Roto), es en realidad una carta a Rose, que tenía las manos destrozada­s por los líquidos corrosivos con los que hacía manicuras en un salón barato y la capacidad de amar y entender a su hijo deformada también por una biografía que ya empezó con todo en contra. En su vida se concretaro­n todas las consecuenc­ias de ser producto de dos países, Estados Unidos y Vietnam, que trataron de aniquilars­e mutuamente. Su hijo lo resumió con un enunciado matemático en su poema más citado: “Un soldado americano se folló a una granjera vietnamita. Por lo tanto, sin bombas=no hay familia=yo no existo”.

Cuando llegaron a Estados Unidos, tras pasar por un campo de refugiados en Filipinas, ni Vuong, que tenía entonces dos años, ni su madre sabían una palabra de inglés. Ella, de hecho, no llegó a dominar nunca la lengua y jamás aprendió a leer. El propio Vuong no alcanzó el nivel de comprensió­n de sus compañeros de clase hasta los once años. Pero un día, cuando un tendero se rió de su madre, que pasó varios minutos imitando a una vaca para conseguir que le vendieran rabo de toro para hacer el pho, la clásica sopa vietnamita, se dijo que no volverían a pasar por esa humillació­n.

Quien lee a Vuong entiende que su estilo, que se ha descrito como “lírico, elíptico, epigramáti­co”, sale de ahí, porque escribe como alguien que se ha tenido que ganar sus palabras una a una. Trabaja por fragmentos, lo que quizá explica su éxito entre lectores de su generación, que han crecido acostumbra­dos a leer párrafos, notas del iphone y fotos de libros posteadas, y saben apreciar esos textos así, sin necesidad de contexto.

En la Tierra… sacude las convencion­es de la novela de iniciación y de la novela de migración. Tanto las sacude que ni siquiera es una novela. Pero sí conserva algunas de las tradicione­s del género. Por ejemplo, nuestro héroe tendrá un nombre que imprima carácter. En este caso, Perro Pequeño. Al parecer, en algunas aldeas de Vietnam daban al niño más frágil de la familia un apodo horrible, les llaman “morro de cerdo”, “hijo de mono”, para que los espíritus malignos pasen de largo y no se los lleven. “Un nombre, delgado como el aire, puede ser también un escudo”.

No solo la madre y la abuela le llaman Perro Pequeño, también Trevor, el primer amante, un ejemplo de trailer trash, también abandonado por su propia madre, que acaba enganchado a los opiáceos tras una lesión de tobillo, como un número ingente de estadounid­enses de zonas rurales.

Vuong es migrante y gay pero su libro quiere ser también un estudio de la masculinid­ad caduca y de la identidad blanca, ejemplific­adas en ese Trevor que desuella un mapache al que acaba de matar con una Smith&wesson, con los dientes, verdes por las drogas “como estrellas fosforesce­ntes a plena luz del día ”.|

Ocean Vuong

En la Tierra somos fugazmente grandiosos / En aquest món, per un moment, som grandiosos ANAGRAMA. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: JEÚS ZULAIKA/ AL CATALÁN: YANNICK GARCIA. 263/256 PÁGINAS. 19,90 EUROS. E-BOOK 9,99 EUROS

Cuando llegaron a Estados Unidos, tras pasar por un campo de refugiados, ni Vuong ni su madre sabían una palabra de inglés

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