Una gran coña centrifugadora
Max Besora presenta una historia de violencia, venganza y excesos, inspirada en el cine y la literatura de serie B, una sátira del narcisismo de la sociedad actual
Si tuviera que emprender una limpieza drástica de la librería, los libros de Max Besora (Barcelona, 1980) se quedarían con un espacio para ellos solos. Empezó con un volumen de poemas, L’espectre electromagnètic (2008), y después publicó las novelas Vulcano (2011) y La tècnica meravellosa: una novel·la de campus (2014). Alcanzó la cima con Joan Orpí, conquistador i fundador de la Nova Catalunya (2017), que fue premio Ciutat de Barcelona. También es autor, con Borja Bagunyà, de Trapologia (2018), que, con la excusa de la música trap, lanza un escupitajoalaculturacatalanaoficialquesalpica a casi todos.
Me los quedaría porque no considero que los libros de Max Besora sean libros del trabajo. Me gustan porque van a reventar. Están llenos de argumentos arbitrarios, que no te permiten acomodarte,te sacuden y, si pueden, te arrastran por los pelos. Es un Carles Hac Mor conectado a un cable de 1.500 voltios. Aquí se recrea en el absurdo, como Mor, allí se dedica a jorobar, más allá encuentras una historia que te divierte y un personaje con todas las gracias. Y en medio de este hervor de cosas que giran en la olla que un libro de Max Besora resulta siempre, tú mismo te vas centrifugando hasta que llega el momento en que te confundes con lo que lees.
La musa fingida vive muy cerca de Joan Orpí, conquistador i fundador de la Nova Catalunya y de Trapologia. La edición es un monumento al feísmo: tipografías desfasadas, fotografías pilladas de cualquier parte sin reparar en la calidad y conectadas con el texto por la jeta. La portada de la edición catalana está copiada literalmente de Kiss my assassin (1968), una novela de Rod Gray sobre una agente secreto que se dedica a matar nazis en un ambiente de lujo delirante. Besora ha situado la historia en la Vall del Bronx, lo que sería la Vall d’hebron de la Nova Catalunya fundada en ultramar por el conqueridor Joan Orpí.
De las tres partes me quedo con la galería de personajes inicial. Recuerda la serie Tuti-fruti que Monzó publicó en los años setenta en la revista Discoexprés: la chica que se siente poseída por el demonio, la otra que se enamora de un psicópata que se autolesiona por amor, el padre católico y tenista que abusa de las niñas. Y mis dos favoritas: la modelo que se lo monta con un hámster humanizado que suelta sentencias de santa Teresa de Jesús y de Samuel Beckett, y que promueve un levantamiento animal en la Tierra; la chavala que va a la carnicería Pompeu Fabra y la planchan porque dice bacon en lugar de cansalada. También me parece muy bueno el episodio de la invasión extraterrestre, con los nyargocs que se quieren calzar a la novia del ufólogo (ella sólo piensa en largarse porque tiene un examen). Muchos de estos textos los ha estado recitando en bares y conciertos y tienen una oralidad muy eficiente. También encontramos (sin ella Besora no seria Besora) la sátira del mundillo cultural y del enemigo al que aplastar: la literatura sobre la posguerra, las familias de clase media y el costumbrismo.
La segunda parte teatralizada contiene una bizarra trama criminal. En la tercera, la protagonista se rebela contra el autor. El libro entero, des de la página preimpresa para escribir en ella la dedicatoria (obligado por los personajes), es una gran coña, de la que he salido contento y un poco mareado.
“Visc en un primitiu estat d’irresponsabilitat neuròtica”. “Jo no escric per agradar a ningú més que a mi mateix”. “Aposto per la imaginació, l’excés, la mística, l’irracional. Exploto tots els teus mons interiors com si no hi hagués judici final, ni veritats ni mentides”. Ya saben de qué va la buena cosa. |
Max Besora
La musa fingida. La venjança és la seva única llei MALES HERBES/ORICNY PRESS. 192/170 PÁGINAS. 17/16,95 EUROS
“Vivo en un estado de irresponsabilidad neurótica primitivo”, dice el autor a un personaje que le entrevista