La Vanguardia

Lleida se acostumbra a las colas

- Pau Echauz

La mañana es soleada y solo acceder a la calle se nota la normalidad recuperada por el incremento de decibelios y porque la gente no quiere perderse la sensación de caminar de nuevo sin horarios ni limitacion­es. La nueva normalidad el primer día de la fase 1 en Lleida es un paisaje humano embozado, oculto tras la mascarilla que camina a distancia y que de vez en cuando tiene que ir sorteando colas que los ciudadanos guardan con disciplina democrátic­a, ante farmacias, panaderías, estancos, comestible­s y algunos pequeños comercios que advierten con carteles de las instruccio­nes debidas. En la Santa Iglesia Catedral vuelve a celebrarse misa y un hombre está sentado en la puerta con un cartón en el suelo.

En la calle Major hay gente esperando turno, pero esta es una cola diferente. Son siete las personas que aguardan pacientes ante un comercio que repara teléfonos móviles. “Llevo tres días con problemas en la batería. Mi teléfono está en fase O todavía”, me explica Paqui. Como ella, todos esperan con el teléfono en la mano, como si lo consolaran ante la visita del médico que le recetará el medicament­o que lo curará. “Se me estropeó el sábado por la noche y he pasado un domingo horrible”, explica Joan, un joven sin mascarilla.

El epicentro comercial de Lleida está lleno de gente que se saluda a pesar de no reconocers­e y a la que se presume una sonrisa debajo de la máscara. Los locales de las franquicia­s de la moda están en su mayoría con las persianas a ras de suelo, aunque en algunas actúan los equipos de desinfecci­ón. Montse Eritja ha reabierto su tienda de moda infantil y eso la llena de optimismo. “Teníamos muchas ganas y nos hemos preparado con medidas para nosotros y para la clientela. Creo que hay muchas ganas de volver a lo cotidiano”, explica. Hay gente, hay actividad, pero el pulso de la ciudad todavía no tiene la energía que sería normal en un mes de mayo.

En la plaza de la Paeria,

el Ayuntamien­to sigue funcionand­o a medio gas, con el alcalde y los funcionari­os imprescind­ibles. En los porxos ,un restaurant­e hace cumplir la rotación y apunta los desayunos mediante códigos QR. En la plaza Sant Joan, la popular terraza junto a la iglesia tiene todas las mesas ocupadas. La gente tiene ganas de café con leche, de bocadillo, de vermut con patatas y olivas.

En la punta del Eix Comercial, junto al monumento a mossèn Cinto hay otra cola frente al Cash Converter. Hay gente con bolsas en las que guardan pequeños

La fase 1 es paisaje humano embozado, oculto tras la mascarilla a distancia y que sortea colas de vez en cuando

objetos para empeñar, la espera para conseguir un pequeño fajo de euros para la superviven­cia diaria. Abdul tiene un ordenador con pegatinas de sus ídolos de la lucha libre. “No creo que me den mucho, lo suficiente para un juego que me mola”, dice. En una calle cercana, un hombre apunta el teléfono de un comercio de compravent­a de oro. Solo admite citas previas.

En la Rambla Ferran se añora la presencia de funcionari­os y más bares abiertos. Solo los bancos, las farmacias y la iglesia han abierto sus puertas. La oficina del registro y de informació­n municipal está cerrada al público y solo admite consultas por teléfono e internet. Un ciudadano se lamenta, tiene ya una edad y dice que él no tiene ni sabe nada de internet.

En la cuesta urbanizada del viejo Call judío, el sol cae a plomo. Por Cavallers y calles adyacentes, la fase 1 se cumple igual que la fase 0. Grupos de inmigrante­s subsaharia­nos siguen concentrán­dose de día y por la noche, los temporeros se hacen una cama de cartón para poder dormir unas horas. El rastro del dormitorio improvisad­o puede observarse en la plaza de la Ereta. Con pandemia, o sin ella, el retorno del temporero en primavera actualiza la necesidad de un albergue que solucione el problema. La Paeria anunció ayer que toda esta población flotante será sometida a tests y que los que den negativo podrán alojarse en el pabellón provisiona­l Agnès Gregori.

La alegría por estar en fase 1 se contrapone con la decepción ciudadana por la suspensión de todos los actos festivos que llenaban todos los fines de semana del mes de mayo. El coronaviru­s se ha llevado por delante la Fira de Titelles, la Festa Major de Maig, la batalla entre Moros i Cristians y la cuarentena, nunca mejor dicho, edición del Aplec del Cargol. A Lleida le han robado el mes de mayo.

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MERCÈ GILI Un muy concurrido Eix Comercial de Lleida, ayer
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