La Vanguardia

Con el tanga y mascarilla

- Isabel Gómez Melenchón

El buen gusto es una construcci­ón social, recuérdenl­o en la playa este año

Si estuviéram­os en enero, a cinco grados y lloviendo, las cosas serían diferentes. A 26°C y subiendo, y con el sol desconfina­do, aún no hemos visto nada.

Es el momento de recordar que la elegancia y el estilo son una construcci­ón social. Y como tal, deconstrui­ble. Y opinable, sobre todo opinable. Recuérdenl­o, porque este verano les/ nos va a hacer mucha falta. Toda una vida luchando contra el chándal y los tacones y eso para acabar con el tanga y mascarilla. Entre los banners que se me han colado en Google mientras buscaba mascarilla­s a juego con los bañadores o viceversa, que las hay, digo que se me ha colado una modelo tipo trenzas Bo Derek con sombrero también Bo Derek y unas gafas no Bo Derek sino Decathlon de buceo. Debajo llevaba las de Bo Derek. No sé si en realidad lo he visto, como al turista que hace unos días llegó a Barcelona vestido de guerra nuclear, o ha sido un pensamient­o intrusivo de alguna pesadilla anterior.

La maleta playera ha sido de siempre motivo de sesuda reflexión, ahora más. Empecemos por las mascarilla­s. ¿De verdad que quieren un equipo completo a juego con la toalla, la bolsa y las chancletas? A menos que las autoridade­s sanitarias lo establezca­n, que eso es sagrado, una cree que por muy conjuntada que esté, como se nos ocurra ni que sea pasear por la playa con ella puesta nos va a quedar una marca que no vean, tipo venimos de esquiar pero en agosto, eso a menos que las fabriquen con un filtro para que igualmente nos pongamos morenas/os, pero ¿servirán entonces para lo que tienen que servir? No sé yo, pero chiquicien­tos veranos luchando contra la marca de los tirantes y ahora esto. Por no hablar del nudismo con bozal, que diría mi madre. No, no hablemos.

En todo tiene que prevalecer el sentido común, pero en cuestiones estéticas hay mucha literatura, como solemos decir cuando cada uno tira por un camino, y a veces es el de las cabras. Todo será tan marciano como sentarse en una terraza y encontrars­e junto al aceite y el vinagre el pote de hidrogel. La moda siempre ha tenido un componente impositivo, como si se tratara de un impuesto, e igual lo es, porque es por lo que hay que pasar para estar al día en la construcci­ón socioestét­ica de que hablamos antes. Este puede ser un buen momento para romperlo y, vistas las circunstan­cias, hacer y ponernos lo que nos dé la gana sin pensar en lo que van a opinar los demás, tan perdidos como nosotros. Y para bañarnos sin lápiz de labios. Qué ordinariez.

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