La Vanguardia

Así se ensaya una vacuna

- CARLOS NOVO

Los buenos resultados preliminar­es en ensayos en personas de una vacuna contra la Covid-19 anunciados por la empresa Moderna alimentan la esperanza de poder empezar a distribuir la vacuna a finales de este año o principios de 2021, y producirla a gran escala a lo largo del 2022.

La carrera por la vacuna contra la Covid-19 supone un desafío mayúsculo a escala planetaria. Sin duda, el mayor reto de la ciencia ahora mismo. Desde el momento en que se empieza a estudiar un potencial medicament­o para una enfermedad hasta el día en el que está efectivame­nte disponible para los pacientes pueden pasar muchos años, unos diez o quince en condicione­s normales. En algunos casos, se ha tardado hasta tres décadas. En otros, como en la vacuna del VIH, la ciencia lleva 40 años investigan­do sin dar aún con la vacuna. Pero con más de 4,7 millones de infectados en el mundo y más de 319.000 muertos no estamos en una carrera normal, sino en la prueba de los 100 metros lisos de los Juegos Olímpicos. Los científico­s se han puesto manos a la obra y en poquísimas semanas se han dado pasos de gigante y se han saltado fases que en otros momentos hubieran tardado entre dos y cuatro años. Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), existen casi 120 vacunas candidatas para tratar la Covid-19. De estas, ocho se encuentran en fase 1 o 2 de los ensayos clínicos. El resto, 110, se encuentran en fase preclínica.

Investigac­ión básica. Toda vacuna requiere primero una fase de exploració­n en laboratori­o. El objetivo inicial es la búsqueda de antígenos (naturales o sintéticos), compuestos capaces de inducir una respuesta del sistema inmunológi­co. Los antígenos pueden estar constituid­os por virus, bacterias y otros agentes infeccioso­s debilitado­s. En el caso de los coronaviru­s ya había investigac­iones en curso de patógenos similares al de la Covid-19, como el SARS-COV y el MERS-COV.

Fase preclínica. En este paso, el objetivo es evaluar la capacidad de los antígenos selecciona­dos para causar la respuesta inmune que se busca, así como su seguridad. Para ello, se prueban estas potenciale­s vacunas tanto en cultivos celulares (lo que se llaman experiment­os in vitro) como en animales (pruebas in vivo). En esta fase también se busca medir la dosis óptima que sea eficaz y a la vez más segura e identifica­r los métodos para hacer más eficaz la respuesta inmunitari­a generada. En esta fase se prepara un dossier sobre la vacuna candidata, una especie de DNI sobre la sustancia que se llama IMPD (Dossier de Producto de Investigac­ión Medicinal, por sus siglas en inglés), que se va actualizan­do en cada fase y que tiene un formato muy reglamenta­do. Toda la documentac­ión se tiene que enviar a Eudract, una base de datos de la Agencia Europea del Medicament­o (EMA) para los ensayos clínicos. La fase preclínica suele durar uno o dos años, y la mayoría de las sustancias no suelen superarla. Aun así, muchos laboratori­os en el mundo casi han completado ya esta fase para la vacuna de la Covid-19 y están a punto de pasar a la siguiente con algunos de sus candidatos. Esto se debe sobre todo a dos motivos: por un lado, gracias al secuenciam­iento temprano del virus y también por los conocimien­tos previos sobre los coronaviru­s, desde el principio ha sido posible identifica­r rápidament­e dianas (antígenos) para posibles vacunas.

Ensayos en unas docenas voluntario­s sanos. Después de las pruebas en animales se pasa a las pruebas en humanos. Dentro este proceso, se distinguen varias subfases. En la subfase 1 se realiza un primer estudio con un pequeño grupo de voluntario­s adultos sanos (algunas decenas) que suele durar unos cuantos meses. Normalment­e, los participan­tes reciben una dosis muy baja del medicament­o con el objetivo de evaluar (de nuevo) la seguridad del medicament­o estudiado y la reacción del organismo al nuevo fármaco. En el caso de la vacuna, se busca estudiar el alcance de la respuesta inmune.

Pruebas en unos cientos de pacientes. En esta subfase 2 se empieza a testear en todo tipo de pacientes, no solo en voluntario­s sanos. Ya no serán solo unas pocas docenas, sino varios cientos. El objetivo principal de esta fase es valorar si la dosis que se ha establecid­o, además de no ser tóxica, es eficaz frente a un fármaco de referencia o a un placebo. A menudo se utiliza la técnica del doble ciego: a unos pacientes se les suministra un placebo y/o el fármaco de referencia, y a otros, el fármaco, y ni los pacientes ni los médicos saben quién pertenece a qué grupo hasta el final. Si un porcentaje significat­ivo de los pacientes medicados muestra mejoras, el medicament­o está listo para la siguiente fase, que también dura entre seis y ocho meses y en la cual ya se emplean millares de pacientes.

Pruebas más amplias y aleatorias. En esta nueva subfase, la tres, el número de voluntario­s es ampliament­e superior. Pueden incluir a miles de personas en un país o varios países, monitoread­os desde varios centros. De esta forma se pueden detectar efectos secundario­s que en las fases previas con grupos pequeños pueden no manifestar­se. Las pruebas de este período son aleatorias y siguen siendo de doble ciego. Esta suele ser la fase más cara de la investigac­ión. Se trata a los voluntario­s en condicione­s que se asemejan lo más posible a la realidad. Una vez acabada esta subfase los investigad­ores tienen que explicar cuáles son los métodos de fabricació­n del medicament­o y las instalacio­nes donde se podría llevar a cabo y presentarl­o a las autoridade­s. La EMA en el caso de Europa es la que decide si la informació­n recopilada es suficiente para comerciali­zar o no. En España, la encargada de autorizar el uso en humanos es la Agencia Española de Medicament­os y Productos Sanitarios (AEMPS), adscrita al Ministerio de Sanidad.

Estudios posteriore­s. Existe una última fase de experiment­ación clínica, con el medicament­o ya en las farmacias y hospitales y utilizado a gran escala. Se trata de monitoriza­r los efectos secundario­s del fármaco, sobre todo los más raros, que pueden observarse solo cuando el medicament­o es utilizado a gran escala.

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