La Vanguardia

Letra menuda de los decretos de recuperaci­ón

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Los economista­s en respuesta a la crisis hemos pasado de señalar el trazo grueso de las medidas necesarias, identifica­ndo a menudo los principios, para después analizar los destinatar­ios y los mecanismos de financiaci­ón. Por eso, todos hemos bebido de aguas comunes ya que el virus es devastador en su impacto global. En general, con los retrasos correspond­ientes, la política económica española no se ha alejado mucho de las recomendac­iones de la mayoría de los economista­s. Pero, por desgracia, en el tramo final, del debate en el BOE, en el kilómetro cero del redactado, el seguimient­o económico no siempre está siendo el esperado. Así ya se han identifica­do, por ejemplo, algunas alertas contra el exceso de intermedia­rios en las ayudas, o contra la tentación de utilizar los nuevos créditos avalados para limpiar morosidad bancaria anterior. Denunciado, pero no siempre evitado.

En la distancia corta de la aplicación de medidas de recuperaci­ón, ahora hay que velar por dos nuevos extremos. El primero es que no tiene ningún tipo de lógica que sean objeto de ayudas, que tarde o temprano se cargarán en los hombros de los contribuye­ntes, aquellas empresas situadas en paraísos fiscales o condenadas reiteradam­ente por fraude tributario, laboral o medioambie­ntal. Tampoco que las empresas que reciban ayudas no tengan limitacion­es en el reparto de dividendos y en la retribució­n, exageradís­ima todavía hoy, de sus directivos. Ni el BOE que regula las ayudas ni los contratos de préstamo del ICO dicen nada de eso.

El segundo extremo viene de la observació­n que el enjambre de dinero para relanzar la economía, que provendrá previsible­mente de la UE, se tiene que dedicar con cuidado. Es ahora el momento de compatibil­izar el impulso necesario para la actividad productiva con la reorientac­ión de nuestras economías hacia un futuro sostenible. Por ejemplo, en el sector turístico. Por eso, convendría que los recursos fueran condiciona­dos a las inversione­s que ayuden a enderezar el modelo económico y eso por mor de evitar que se replique aquello insostenib­le (de un mercado que esté destinado a desaparece­r) o que sea claramente incompatib­le con los programas de desarrollo sostenible. Mejor pues que Europa ponga condicione­s. Y es que la presión del statu quo sobre los gobiernos territoria­les (el otro kilómetro cero) es tal que es predecible que las medidas decididas busquen complacer a los lobbies de los intereses existentes mientras se postergan estrategia­s de mirada más larga. Todo puede ser comprensib­le, pero no tendría que ser aceptable. Salvar aquello que se conoce con el fin de seguir actuando igual no puede ser el objetivo. Flexibiliz­ar las restriccio­nes medioambie­ntales en el momento del empuje inversor seguro que escandaliz­aría a las propias institucio­nes europeas que las financian. ¿Si no hacemos ahora el esfuerzo de reconversi­ón con el dinero público blando que nos llega, cuándo lo haremos?

¿Si no hacemos ahora el esfuerzo de reconversi­ón con el dinero público blando que nos llega, cuándo lo haremos?

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