EL PALAU APROVECHA PARA PONERSE A TONO
La sala modernista aprovecha la desescalada y restaura las esculturas de la boca del escenario
Entre las calamidades que está causando, la Covid-19 tiene también algún efecto positivo. El Palau de la Música, que como todos los auditorios se ha quedado sin actividad, aprovecha estos días para restaurar las esculturas de la boca del escenario.
Además de limpiarlas, se les ha hecho también su particular test: han dado negativo, solo hay grietas menores.
El primer paso es una limpieza en seco, con paletinas y aspiradores para quitar el grosor del polvo que se ha acumulado con los años”, explica un restaurador encaramado al andamio. Se halla frente al gigantesco busto de Anselm Clavé que desde hace más de un siglo preside uno de los laterales de la boca del escenario del Palau de la Música Catalana. “Luego, para retirar el que ha quedado más adherido, utilizamos esta solución hidroalcohólica y un cepillo”, añade el operario pulverizador en mano. Ahí, en un rincón del hombro del fundador del movimiento coral en Catalunya se puede apreciar la diferencia. “Mira cómo luce una vez limpia; esto es calcorenita. Este busto lleva una capa de cal pasada con brocha”.
Hacía ya 12 años de la última puesta a punto, y esta estructura heterogénea, mezcla de piedra de Vilafranca, morteros y morteros de cal, va ennegreciendo. En una casa en la que hay función o actividad cada día, el polvo entra por todas partes. Esta vez, no obstante, se trata de trazar también un mapa de las patologías que puede sufrir ese emblemático conjunto escultórico que Domènech i Montaner encargó a los escultores Massana y Gargallo.
En él, Clavé y su alegoría de Les flors de maig, en honor a la canción catalana y la tierra, se elevan como queriendo abrazar la cabalgata de las valkirias wagnerianas que asoma por el otro lado de la boca del escenario, junto con el busto de Beethoven. Símbolos ambos del compromiso que adquiría la sala, al inaugurarse a principios de siglo XX, con la internacionalidad, la excelencia y la modernidad.
“Esta reforma estaba previsto hacerla en verano del 2021, junto con el cambio de la maquinaria escénica para aligerar el movimientos de las gradas del escenario, pero ya que estamos parados hemos transformado el inconveniente en oportunidad”, explica el director general de la sala modernista, Joan Oller, en su primera aparición pública desde que en marzo tuvo que cerrar las puertas.
¿Qué patologías presenta, pues, el conjunto escultórico?
“Se trata de problemas estructurales. Por ejemplo, pequeñas grietas en la piedra que no son preocupantes, o hierros de su estructura interior que asoman o que podrían estar oxidándose. Pero la obra está bien”, tranquiliza Josep Serra, técnico de mantenimiento del Palau. Llevan ya dos semanas trabajando, “y hemos aprovechado para analizar los materiales y practicar una magnetotropía para ver cómo están por dentro”.
Cuando terminen con Clavé restaurarán también los Pegasos, esos caballos alados que flanquean las butacas del segundo piso y que completan la obra de Didac Massana Majó y Pau Gargallo. “Domènech i Montaner se rodeaba de los mejores escultores y artistas de vidrieras”, apunta Oller. De hecho, el bisnieto del arquitecto, Lluís Domènech i Girbau, forma parte de la Junta del Palau, y asesora y supervisa estos trabajos.
La puesta a punto estará lista a mediados de junio y no superará los 60.000 euros. El Palau lo contempla como un atractivo para turismo local, pues llevan desde el 13 de marzo sin ingresar un euro en visitas, y es sabido que suponen un millón de euros mensuales. A finales de junio Oller piensa lanzar “visitas experimentales”, esto es, sin guía. Cada uno en su móvil se descarga las instrucciones y se calza los auriculares. La sala puede proporcionar unos de uso único.
Más cosas: la venta de abonos para la temporada próxima va bastante bien, dice Oller. Un tercio de los abonados ha renovado, otro tercio ha reservado y el otro está a la espera. Eso sí, en julio y agosto siguen adelante los conciertos de cámara programados, con aforo reducido. El público afín verá novedades en seguridad: el Palau ha comprado máquinas de detección de calor, tanto para detectar si alguien tiene fiebre como para controlar el aforo; alfombras que desinfectan la suela de los zapatos, y aparatos nuevos de aire acondicionado que purifican el ambiente con ultravioletas. Ni programas de mano (se bajan online), ni pausas. Y lógicamente un circuito de entradas y salidas del público por separado.
¿Qué pérdidas preven a fin de año? Es una incógnita, pero podrían superar el millón de euros, indica el director general, muy agradecido a los mecenas de la entidad por no abandonar el barco, y a las administraciones: el Ayuntamiento les ha adelantado su contribución de medio millón, y la Generalitat ha anticipado otro tanto, lo que supone la mitad de la suya.
“Sólo hay pequeñas grietas, pero veremos su interior con una magnetotropía”