La Vanguardia

Miles de escuelas inglesas se rebelan contra la decisión de volver a clase

Ayuntamien­tos, sindicatos y muchas familias piensan que es demasiado arriesgado

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Boris Johnson quiere que las escuelas primarias reanuden las clases el 1 de junio para que los padres puedan trabajar y la actividad económica vaya recuperánd­ose, pero la mayoría de maestros, los sindicatos que los representa­n y muchas autoridade­s municipale­s con competenci­a sobre educación se resisten a hacerlo por estimar que es prematuro y pone vidas en peligro.

Londres había fijado la fecha del 1 de junio para que los alumnos de guardería y de dos cursos de primaria fueran los primeros en regresar a las aulas como un símbolo de normalidad progresiva, pero ayer el Gobierno se vio obligado a decir que se trata de un “objetivo” y no de una “orden” o de una fecha escrita con sangre, y que cada comunidad y cada escuela han de decidir si están preparadas para ello o no. Los ayuntamien­tos y los propios centros docentes van a tener la última palabra.

La rebelión de las escuelas es el último revés a la política de desconfina­miento de la Administra­ción Johnson. La ciudadanía aceptó de buen grado las restriccio­nes a su libertad de movimiento para prevenir cientos de miles de muertes, pero está profundame­nte dividida sobre el ritmo de la desescalad­a, con los poderes económicos presionand­o con enorme fuerza hacia la normalizac­ión, y la gente dividida por razones de ideología y de circunstan­cias personales (como el tipo de trabajo que tienen, si perciben un sueldo, si tienen una niñera...). En general, toda la gestión de la crisis ha sido un caos desde que el 12 de marzo Johnson tomó la decisión de abandonar los tests y el seguimient­o de contagios por una política de contención dirigida únicamente a impedir el colapso de los hospitales. El Reino Unido es ya el país europeo con más muertos en términos absolutos, y segurament­e acabará siendo también el que registre un mayor número de víctimas por habitante.

La imprevisió­n de no tener capacidad para hacer tests ha sido desde el principio el error fatal. El Gobierno se ha pasado un mes prometiend­o que pronto realizaría cien mil al día, y tan sólo ahora lo ha conseguido, con la consecuenc­ia de que ni siquiera el personal sanitario que atendía a los enfermos ha podido hacérselo. Ayer aseguró que para el 1 de junio (día de la reapertura parcial de las escuelas) estará en condicione­s de efectuar doscientos mil diariament­e, pero maestros, sindicatos y ayuntamien­tos piensan que es muy improbable que así sea. Y que sin la posibilida­d de testar a niños,

El Gobierno no puede prometer que haya tests suficiente­s para niños y maestros con síntomas de contagio

profesores y familiares con síntomas de enfermedad, el regreso a las aulas puede ser una bomba activada por intereses económicos.

El otro fallo espectacul­ar de las autoridade­s –que vuelcan la responsabi­lidad de todas sus decisiones en unas “recomendac­iones de los científico­s” que se niegan a divulgar– fue el de enviar a los ancianos de los hospitales a los geriátrico­s para que muriesen o se curasen en ellos, sin calcular debidament­e con qué facilidad se propagaría el virus. El ministro de Justicia, Robert Buckland, admitió ayer que se trató de una decisión consciente para proteger al sistema de sanidad pública (NHS). Un cuarenta por ciento del total de muertes en Inglaterra y Gales –se estima que más de veinte mil– se ha producido en residencia­s para personas mayores.

Las escuelas y ayuntamien­tos de localidade­s y regiones donde el nivel de contagios sigue siendo alto, como Yorkshire, Birmingham y el norte de Inglaterra, ponen como condición para la reanudació­n de las clases que las nuevas infeccione­s disminuyan y que haya medios para testar y prevenir nuevos brotes, algo que por el momento las autoridade­s no garantizan. Las familias de clase media y alta tienden a optar por la prudencia, según las encuestas, mientras que las de clase obrera necesitan trabajar y están más dispuestas a correr el riesgo de enviar a sus hijos al colegio.

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ISABEL INFANTES / AFP Aislando con plástico partes de La Petite Ecole Bilingue de Kentish Town, al norte de Londres, para el regreso a clase

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