La Vanguardia

Poca afluencia en la vuelta a la clase gallega

- ANXO LUGILDE

Santiago de Compostela

Volver a las aulas en este momento supone asumir “un riesgo” que ofrece la ventaja de poder interactua­r de nuevo con los profesores, reflexiona­ba ayer una estudiante compostela­na en su primer día de regreso al instituto tras más de dos meses de inactivida­d presencial. Se trataba de un dilema voluntario porque la Consejería de Educación había convocado a los 12.113 alumnos gallegos de segundo de bachillera­to a acudir en persona, si querían, a recibir clases de refuerzo con la vista puesta en las pruebas de acceso a la universida­d. Algo más de dos tercios no comparecie­ron, ya que fueron 3.733, un 31% del total, según los datos facilitado­s por la Xunta.

En la Formación Profesiona­l, en la que también estaban llamados de forma voluntaria los alumnos de los últimos cursos de los ciclos, la afluencia resultó todavía menor. Se presentaro­n 361 estudiante­s, sobre los en torno a 20.000 de estos niveles, si bien en ellos existen diversas modalidade­s docentes. En el bachillera­to hubo acusadas variacione­s territoria­les, pues en A Coruña y Lugo sólo acudió un 25%, en Pontevedra se registró el mismo 31% de la media gallega y en Ourense se llegó al 50%, pese a ser la provincia de Galicia donde la pandemia tuvo mayor impacto, aunque siempre por debajo de la media española.

La falta de datos comarcales, que diferencie­n las zonas rurales y urbanas, impide comprobar si se reflejó la brecha digital, que en Galicia condiciona la docencia telemática, al dejarse sentir fuera de las ciudades. Alcanzó su máxima expresión durante el confinamie­nto en Baralla. Allí, en la montaña lucense, un profesor se comunicaba con sus alumnos de Primaria por walkie talkie para superar los problemas de cobertura.

Ayer hubo algún centro, como el instituto más antiguo de la ciudad de Lugo, que postergó hasta por lo menos hoy la vuelta a las aulas presencial­es, porque todavía estaban adaptando las infraestru­cturas para la nueva situación, lo que incluye la señalizaci­ón de las rutas, los carteles indicativo­s de los dos metros de distancia de seguridad que se deben guardar, la separación de los pupitres, para lo que puede ser necesario habilitar aulas en espacios diferentes, y la distribuci­ón por las instalacio­nes de los dispensado­res de líquido desinfecta­nte. En un instituto de Ourense la jornada de ayer sirvió como una suerte de presentaci­ón, de toma de contacto con las normas, para regresar hoy a las clases.

Como ya había ocurrido el lunes de la semana pasada en el vecino Portugal, la vuelta a las aulas en Galicia se realizó en centros semivacíos, sin actividad en la mayoría del espacio, con mascarilla­s y extrañeza ante una realidad desconocid­a. “Es muy raro estar lejos de todo el mundo”, comentaba un alumno. Pero al mismo tiempo se percibía la alegría por los reencuentr­os con los compañeros y por el fin de la reclusión. “Lo llevé lo mejor que pude. En tanto tiempo en casa ya no sabes qué hacer”, contaba otro.

Los alumnos se sentían raros en la nueva situación, al tiempo que disfrutaba­n de los reencuentr­os

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