La Vanguardia

Epstein, la punta del iceberg de una red de pederastas, según un documental

El magnate fue “la punta del iceberg” de una red de pederastas, según un documental

- ANDRÉS GUERRA

“El infame economista Jeffrey Epstein ha muerto”. Así comienza el documental de cuatro episodios que Netflix estrena mañana sobre el monstruo escondido tras un mecenas de institucio­nes científica­s. El tráiler de Jeffrey Epstein: power, money and perversion, que en España se ha subtitulad­o Asquerosam­ente rico, arroja dos anzuelos: si se suicidó realmente y por qué no se conoce el nombre de más imputados. Aunque una de las voces del tráiler afirma que “Epstein era solo la punta del iceberg”, solo el magnate dio con sus huesos en la cárcel por su red de tráfico de mujeres.

Jeffrey Edward Epstein (Nueva York, 1953-2019) fue un pederasta y proxeneta condenado por delitos sexuales pero también dueño de una mente brillante que no necesitó de apellido para permitirle trepar a lo más alto de la sociedad. En 1974, con solo 21 años, fue contratado por la Dalton School de Nueva York –colegio al que acudían los cachorros de familias acaudalada­s– como profesor de Matemática­s y Física. Epstein había pasado por la Universida­d de Nueva York y la Cooper Union pero no llegó a licenciars­e.

El segundo salto importante fue fichar por la banca de inversione­s Bear Stearns. Su mente, fría y analítica, le permitió aprender rápidament­e cómo moverse en el laberinto de la compravent­a de acciones y en 1982 fundó su propia firma, J. Epstein and Co. El tercer salto fue un verdadero asalto al poder: se especializ­ó en productos financiero­s para potentados que manejasen activos por valor de mil millones de dólares en adelante. Así, moviendo el dinero de otros, se convirtió en uno más entre la élite.

“Un tipo de Brooklyn con un motor por cerebro”, escribió sobre él la revista New York en el 2002, en un

reportaje que incluía la valoración del actual presidente de EE.UU.: “Jeff es un chico estupendo y muy divertido; se dice que a él le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas están en el lado más joven”, se jactaba Donald Trump. Entonces Epstein presumía de amistades estratosfé­ricas. Llegó a prestar su avión privado a Bill Clinton. Aún no había sido condenado y limpiarse a manotazos su sombra después, resultó factible para algunos. No es el caso de Andrés de Inglaterra.

En el 2007, Epstein fue condenado por abusar de decenas de menores aunque una benévola sentencia lo condenó tan solo a 18 meses de prisión. Con todo ello, en el 2010 el príncipe Andrés y Epstein fueron fotografia­dos paseando por Central Park. No había excusa. No haber cortado lazos a tiempo hizo imposible una defensa sólida del duque de York. De nuevo en libertad, su red de prostituci­ón volvió a funcionar, como testifican varias de sus víctimas. El relato de aquellos contactos sexuales –incluso orgías– que organizaba­n Epstein y su socia, Ghislaine Maxwell, propiciaro­n el verano pasado la segunda detención del depredador.

Jeffrey Epstein amasó un formidable patrimonio que incluye una casa en Palm Beach (Florida), un rancho en Nuevo México, un apartament­o en París, la isla Little St James en el archipiéla­go de las Vírgenes y un inmueble en el Upper East Side de Nueva York valorado en no menos de 70 millones de dólares.

Cuando el FBI reventó la puerta de esa mansión, además de retratos de amigos como Woody Allen, Bill Clinton y el príncipe Mohamed bin Salman de Arabia Saudí, se hallaron miles de fotografía­s de menores en situacione­s sexualment­e explícitas. También una discutible decoración erótica. Epstein apareció muerto en su celda el 10 de agosto del 2019. Había sido detenido solo un mes antes y, según el documental de Netflix – dirigido por Lisa Bryant y basado en el best seller de James Patterson Filthy Rich publicado en el 2016– sus abogados lograron un pacto con el fiscal general, un acuerdo, que al parecer, implicaría revelar el nombre de quiénes constituía­n el iceberg sobre el que Epstein asentó su negocio. “Él está muerto, pero no lo hizo solo. Y nadie más ha pagado por ello. Otros monstruos siguen sueltos y es el momento de que se haga justicia”, reclama Virginia Roberts Giuffre, una de las presuntas víctimas de Epstein y del príncipe Andrés.

‘Asquerosam­ente rico’ retrata una mente privilegia­da que pactó con el fiscal para no revelar otros nombres

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DAVIDOFF STUDIOS PHOTOGRAPH­Y / GETTY
 ?? TIM GRAHAM / GETTY ?? Amistades poderosas. Ala derecha, una imagen de Jeffrey Epstein en el 2005. Arriba, él con la millonaria británica Ghislaine Maxwell, junto a Donald
Trump y Melania durante una fiesta en el año 2000. Abajo, el financiero estadounid­ense en Ascot, también en el año 2000, junto a los príncipes Andrés y Eduardo
TIM GRAHAM / GETTY Amistades poderosas. Ala derecha, una imagen de Jeffrey Epstein en el 2005. Arriba, él con la millonaria británica Ghislaine Maxwell, junto a Donald Trump y Melania durante una fiesta en el año 2000. Abajo, el financiero estadounid­ense en Ascot, también en el año 2000, junto a los príncipes Andrés y Eduardo
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