La Vanguardia

El Mediterrán­eo inmersivo de Monet, Renoir... reabre el Atelier des Lumières

En los próximos días regresan los museos de imágenes en la Provenza y Burdeos

- ÓSCAR CABALLERO

Hoy reabre, en París, el Atelier des Lumières, con otra muestra en inmersión: Monet, Renoir, ... Chagall. Viajes Mediterrán­eos . Y el apoyo de casi 2,5 millones de visitantes desde su inauguraci­ón en 2018. Los espectador­es, envueltos en imágenes proyectada­s a ritmo de metralleta sobre suelo, paredes y techo, e invadido también el espacio sonoro, reciben un baño de pintura. En este caso, de consumo seguro: impresioni­stas, secesión vienesa…y es solo el primer impulso de una moda de virtualida­d in situ, para diferencia­rla de la visita “casera” de museos populariza­da por el confinamie­nto.

Mañana el mismo equipo artístico se desplaza a Les Baux-deprovence, entre Arles y Aviñón, donde le toca el turno a Dalí –Dalí, el enigma sin fin, con participac­ión de la Fundació Dali– y Gaudí, arquitecto del imaginario.

Es decir, otro par de monstruos desde el punto de vista de la rotación de curiosos, proyectado­s en un espacio de 7.000 metros cuadrados, en las canteras de la Provenza profunda en donde empezó, hace 45 años, esta historia del arte virtual.

Y seguirá Burdeos, en lo que fue una base submarina, que se estrena como atracción cultural con la proyección en 4 inmensas antiguas piscinas de obras de Klimt y Egon Schiele. El paraguas empresaria­l y financiero de todo esto se llama Culturespa­ces y su dimensión digital no solo controla los centros de Provenza, París y ahora Burdeos, sino que también exportó su savoir faire a Jeju, una isla del Pacífico, antes base militar, un foco turístico con 16 millones de visitantes por año.

Los 40 minutos de inmersión pictórica mediterrán­ea de París, son importante­s: tras la Fundación

Giacometti, es el segundo espacio cultural que abre en la capital francesa. Ya con esos requisitos que parecen de toda la vida: mascarilla obligatori­a, gel en las manos y distancia prudencial.

Lo cierto es que en esta antigua fundición de hierro de un distrito popular –y sin museos– de París, ganado paulatinam­ente por la llamada bobo (burguesía bohemia) pero sin haber perdido su atmósfera de barrio, el centro inaugurado en el 2018, precisamen­te con Klimt, y para el que su director preveía 350 000 visitantes el primer año, reventó previsione­s con más de un millón de entradas vendidas. Y en el 2019 pasaron 1.300.000 curiosos.

En esta virtualida­d que conquista Francia, la inspiració­n es italiana. Gianfranco Ianuzzi es el omnipresen­te director artístico. Y con sus dos colaborado­res directos, Renato Gatto (Accademia Teatrale Veneta) y Massimilia­no

Siccardi (artista multimedia) y un músico, Luca Longobardi, comparten un objetivo de divulgació­n: “desarrolla­r una historia visual inmediatam­ente perceptibl­e”.

Para crear 40 minutos de historia, empiezan con el estudio de 12.000 imágenes en alta definición digital, a las que Ianuzzi añade sus fotos de obras de museo aún no digitaliza­das. De ahí emergieron las 600 imágenes selecciona­das para este viaje por el Mediterrán­eo. “Una vez establecid­o el entorno visual –explica Ianuzzi–, escribimos un guion, como para un filme. Las imágenes son animadas, por supuesto sin modificar formas o colores”. El trío está convencido de que lo suyo es “una experienci­a social”. Pero siempre con la consigna de Ianuzzi de “sentir más que comprender”, con apenas el nombre del pintor en alguna de las obras como toda informació­n.

Para complement­ar esta exposición del Mediterrán­eo, se ofrece un hijo de aquel mar y profeta del color azul: Yves Klein. Exposición más breve pero, como todas estas, de fácil digestión para un público joven (un 36% de visitantes tiene menos de 35 años), familiar y poco adepto a los museos tradiciona­les.

Del mismo corte serán los 400.000 visitantes esperados en el primer año de la base submarina de Burdeos convertida en espacio de exposicion­es con un coste de 14 millones de euros. Y más turístico todavía el que recorrerá la cantera provenzal a la búsqueda de las imágenes ya conocidas, incluso a través de la publicidad y el cine, de un Salvador Dalí que segurament­e hubiera tomado por las astas este nuevo medio de comunicaci­ón.

Entre esas gargantas profundas, en este caso geológicas, el también taquillero Picasso aseguró el primer gran éxito de público, en 1997, con 250.000 visitantes para lo que por entonces se llamaba Catedral de las imágenes. Otro siglo, otro nombre y otro gestor: en el 2016, Les Carrières des Lumières (las canteras de las luces) duplicó con Chagall, las cifras de Picasso.

Hubo allí un pionero, Albert Plécy, convencido de que existía una “imagen total”. Por eso en 1975 instaló sus proyectore­s en esas canteras abandonada­s desde 1935, clasificad­as como “espacio natural”. En 1977 Plécy lanzó sus creaciones con la difusión sincroniza­da de una banda musical. Es exactament­e el procedimie­nto que subsiste, con detalles como el de la exposición Dalí, cuyo contraste sonoro son los Pink Floyd, otro imán de público no necesariam­ente museístico.

El arte inmersivo crece con nuevos espacios en Seúl, Tokio, Nueva York, Shanghai, mientras Hamburgo y Macao esperan turno.

Culturespa­ce –filial de la poderosa Engie, tercer grupo energético mundial con 60.600 millones de euros de volumen de negocio–, administra también la plaza de toros de Nimes, el teatro antiguo de Orange, la Cité automobile de Toulouse y, en París, los museos Maillol y Jacquemart André (que reabre esta semana con una exposición Turner).

El museo que ofrece imágenes en vez de originales ha tenido 2,5 millones de visitantes desde el 2018

 ?? DOMINIQUE CHAUVET ROLDAN / © DOMINIQUE CHAUVET ?? Interior del Atelier des Lumières con una proyección gigante de imágenes de la obra de Marc Chagall
DOMINIQUE CHAUVET ROLDAN / © DOMINIQUE CHAUVET Interior del Atelier des Lumières con una proyección gigante de imágenes de la obra de Marc Chagall

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