“Entre sangre y suspense, me quedo con la primera”
La llaman la Elena Ferrante española porque, como la escritora italiana, jamás ha dejado ver su rostro y defiende su anonimato con uñas y dientes. Carmen Mola –así se la conoce– nunca facilita fotografías (la que ven acompañando este texto es una recreación facilitada por su editorial) acaba de publicar su última novela, La Nena (Penguin Random House). Si a sus seguidores La novia gitan ao La Red Púrpura les parecieron adictivas, el nuevo y truculento caso de la inspectora Elena Blanco les atrapará otra vez. Regresa.
Hasta ahora, el plan perfecto de Blanco, jefa de equipo de la brigada de análisis de casos, era ir al karaoke y anestesiarse a base de grapa, conocer a un hombre y acostarse con él en un todoterreno en el aparcamiento de la plaza Mayor. Ahora, las cosas son distintas. Se enfrenta a un nuevo caso: una noche una chica conoce a un hombre en lo que parece una aventura corriente, pero a la mañana siguiente despierta desnuda y atada en una cama.
La inspectora Elena Blanco que encontraremos en La Nena ha cambiado respecto a anteriores libros y Carmen Mola nos lo explica desde el piso de Madrid (“mi ciudad favorita”) donde se confinó. “Sufre un gran impacto en su vida tras el encuentro con su hijo. Esto le hace replantearse muchas cosas, entre ellas su profesión. La inspectora está ya fuera de la policía y ha abandonado muchas de sus costumbres, entre ellas el karaoke, la grapa y las aventuras de una noche. Me gusta que Elena Blanco evolucione. Creo que se está haciendo más humana”
Dentro de los cánones de la novela negra, ¿prefiere Carmen Mola la sangre o el suspense? “¿Hay que decantarse obligatoriamente por una? Entonces la sangre, claro. Aunque como lectora también adoro una buena dosis de suspense”, apunta.
Prisioneros de nuestros orígenes y nuestro pasado, su novela obliga a reflexionar sobre conceptos como violación, adopción, herencia… “Somos esclavos, aunque quiero pensar que podemos librarnos.
Quizá hasta usando un pseudónimo para hacer lo que queremos…”
Afirma, de paso, que no se parece en nada a la Nena del libro, rubia, de pelo largo, menuda e inocente. “Yo no soy nada parecida a ella ¡menos mal! Yo era una niña muy normal, ni de las más listas ni de las más tontas, ni de las más guapas ni de las más feas. Como ahora, vamos. Eso sí, aficionada a leer”. No soporta que le sugieran un “coronavirus” o similar en próximas entregas. “He pensado en huir. No quiero hablar ni del corona ni del confinamiento. Ya me han preguntado si pienso escribir una novela con un asesinato durante la cuarentena. ¡No sólo no la voy a escribir yo sino que no me apetece nada leerla en caso de escribirla otra persona!”
En su momento, su anonimato fue un problema más que una estrategia publicitaria. “Parecía que eso impediría la promoción, contacto con lectores, firmas de libros, clubes de lectura … Sé que en algún país, al principio, alguna editorial rechazó publicar La novia gitana por la imposibilidad de contar conmigo para la promoción. Al final, de manera sorprendente, ha sido una decisión muy afortunada”.
Decidió publicar con pseudónimo desde el primer libro y su obra se ha traducido a varios idiomas, el último el japonés. “Jamás descubriré voluntariamente la identidad de Carmen Mola. Además, no tiene mucho interés, se lo aseguro. Reconozco que he mentido en casi todo. Una vez hasta hice una biografía diciendo que era profesora y que había nacido un 14 de febrero”.
¿Sería capaz la autora de matar por amor? “En frío, le diría que no. Luego, lo que se hace cuando llega el momento no lo sabe nadie”, dice ella que, de no haber sido escritora, hubiera sido criminóloga. “Muchas veces he fantaseado con ello
Antes de La novia gitana no había leído a Elena Ferrante. Sabía que existía, pero nada más. “Ahora, tras tantas comparaciones, la he leído y me parece una escritora maravillosa, aunque no tengamos nada que ver en el modo de escribir. No sé si me gustaría conocerla: si ella ha decidido ocultarse tras un pseudónimo igual que yo, respetemos sus motivos, y los míos”.