La Vanguardia

Una carretera de curvas

La ministra de Exteriores, Arantxa González Laya, está en la quiniela para dirigir la OMC

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Las carreteras para circular en Suiza son tortuosas y llenas de curvas. Lo sabe bien la actual ministra de Exteriores, Arantxa González Laya. Su nombre suena como uno de los favoritos para ocupar la dirección general de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), puesto que ahora ha quedado vacante después de la dimisión por sorpresa del brasileño Roberto Azevêdo. La noticia fue publicada ayer por la revista económica alemana Wirtschaft­swoche (Wiwo).

Sin embargo, a la espera de que su candidatur­a tome cuerpo, hay que tener en cuenta que el camino está lleno de piedras. Sobre el papel, su nombre aparece en las quinielas porque, de entrada, se conoce la OMC al dedillo al haber sido jefa de gabinete del antiguo director general, el francés Pascal Lamy.

El proceso de selección del cargo de este organismo de las Naciones

Unidas no es sencillo. No se prevé una candidatur­a europea como tal. Por lo tanto es España la que debería proponer su nombre y el resto de países europeos se sumarían. Ocurrió así, de hecho, con Pascal Lamy, que fue lanzado por Francia y luego por la UE. En este aspecto, es probable que el nombre de González Laya consiga aglutinar el consenso de los socios europeos, porque es una persona muy querida en Europa, según apuntan algunas fuentes. Incluso los denominado­s países frugales, es decir, los del norte, que en estos momentos están enfrentado­s a los del sur por el tema de las ayudas a la pandemia, no pondrían demasiadas objeciones para apoyarla.

El hecho de que sea ministra también juega a su favor, porque Azêvedo era embajador y la OMC, paralizada desde hace meses, en plena guerra comercial y atrapada en el peor momento de su historia, necesita un perfil político para retomar impulso. Y González Laya lo tiene.

Dicho eso, puede que no sea suficiente. Dicen los ambientes bien informados en Ginebra que es legítimo que el sillón de la OMC, una sede donde trabajó ocho años, forme parte de sus ambiciones profesiona­les. Pero de alguna manera el tren de la oportunida­d pasa demasiado pronto, cuando lleva poco tiempo en el Gobierno y justo acaba de perfilar su gabinete.

El reto de volver a Ginebra está ahí, pero implicaría dejar su carrera política en España de forma abrupta. También es cierto que en el Gobierno de coalición con Podemos no encaja del todo por sus inclinacio­nes políticas. Por ejemplo, Gonzalez Laya vio en su momento con simpatía el auge de Macron y es partidaria de la apertura comercial y de la globalizac­ión económica.

Y aunque decidiera entrar en la carrera, se encontrarí­a con dos obstáculos. El primero, la oposición de Estados Unidos. No es un misterio que su ideario choca con la doctrina proteccion­ista de Donald Trump (“el proteccion­ismo no protege”, suele repetir). Washington ya ha bloqueado la renovación de los jueces de la OMC que dirimen las controvers­ias comerciale­s. La política española, partidaria del multilater­alismo, es una figura poco acorde a los intereses de la Casa Blanca.

El segundo es que el lobby de los miembros de la OMC está barajando una candidatur­a africana, para potenciar la representa­tividad de los países más pobres. Arantxa González Laya podría conseguir ciertos apoyos en este grupo de países, gracias a su anterior trabajo como directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacio­nal, una agencia que ayuda a las empresas en países en desarrollo. Pero los africanos tienen su propia candidata, Amina Mohamed, actual ministra de Deportes de Kenia, una mujer que tiene fama de caótica pero que es una rival geopolític­a de peso.

Ginebra, tan lejos, tan cerca.

Su figura, proclive al multilater­alismo y a la globalizac­ión, no encaja con los intereses de EE.UU.

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DANI DUCH Arantxa González Laya, actual ministra de Asuntos Exteriores

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