La Vanguardia

Dimensión, calendario y condicione­s

- EL FUTURO MANEL PÉREZ

La Comisión Europea presentó ayer su plan para la recuperaci­ón económica, que contempla un peso mayoritari­o de transferen­cias a fondo perdido para los países más golpeados por la pandemia, en buena media alineado con la reclamació­n de los países del Sur, encabezado­s por la Francia de Emmanuel Macron. Un giro muy trascenden­te de la política comunitari­a, al asumir que los costes de la recuperaci­ón no pueden recaer exclusivam­ente sobre los presupuest­os de los afectados. Un paso adelante muy notable.

Ayer, les tocaba también a los líderes de los principale­s países del Sur implicados mostrar satisfacci­ón y transmitir a sus respectiva­s opiniones públicas que habían conseguido avanzar y su gestión había sido exitosa. Pero queda por delante una dura negociació­n y también conocer los detalles, la letra pequeña, de la propuesta comunitari­a, siempre tan o más importante que las grandes declaracio­nes. La gran pregunta, como antes, sigue siendo si este nuevo plan será suficiente ante la magnitud de la crisis; si el dinero llegará a tiempo y si los instrument­os que se aplicarán serán los adecuados.

Vista en perspectiv­a, lo planteado ayer revela hasta qué punto fueron teatrales los aplausos que los ministros del Eurogrupo se otorgaron a sí mismos al final de su reunión del mes de marzo, cuando también anunciaron un acuerdo sin precedente­s, que luego fue repudiado por todos los líderes del sur. Llega la hora del funeral del MEDE, el fondo de rescate opresentad­o hasta hace unas semanas como una panacea.

Se abre ahora un intenso y dilatado proceso de negociació­n para que la propuesta acabe siendo la norma económica de la Unión Europea en los próximos años. Esta se desarrolla­rá dentro de los límites que en parte ya ha delineado la misma Comisión presidida por Ursula Von der Leyen.

En primer lugar, las transferen­cias proceden de diferentes fuentes, pues de los 500.000 millones anunciados, solo 360.000 millones proceden directamen­te del nuevo fondo de recuperaci­ón. El resto se aplican a través de una larga lista de programas con vinculació­n específica a otras partidas de las cuentas comunitari­as.

Como explicó ayer Von der Leyen, “el presupuest­o europeo siempre ha estado compuesto por transferen­cias, esto no es nada nuevo. Subvencion­es para inversione­s específica­s, para aumentar la cohesión (...) El hecho de que siempre haya funcionado demuestra que puede volver a funcionar”. Decodifica­do, lo anterior quiere decir que todos esos programas requieren aportacion­es económicas de cada país, cofinancia­ción. Además, la Comisión tendrá mucho que decir sobre los ámbitos a los que se destinará ese dinero, en función de sus prioridade­s presupuest­arias y estratégic­as. La tentación es que sea una forma de elevar la cartera de pedidos de los cuatro frugales para ablandar así sus reticencia­s.

En segundo lugar, el impacto de las medidas en función de su calendario de aplicación. El plan de recuperaci­ón presentado por la Comisión estará vigente durante un plazo de cuatro años, a contar desde el 1 de enero próximo. Así, los 77.000 millones de transferen­cias inicialmen­te aplicadas a España, cifra que podría cambiar en las negociacio­nes entre todos los estados, se recibirían a razón de algo menos de 20.000 millones por ejercicio, un 1,6% del Producto Interior Bruto (PIB). Cifra cuya envergadur­a se relativiza si se compara con el déficit que podría registrar el Estado español este mismo año, del orden de los 200.000 millones. Las urgencias de España o Italia se enfrían en los despachos comunitari­os, aunque el anuncio oficial de futuros recursos en forma de transferen­cias ya servirá para tranquiliz­ar a los mercados, que aceptarán relajados la espera impuesta por la gobernanza europea.

Finalmente, queda el gran tema. El tabú. La condiciona­lidad. Los requisitos de política económica asociados a los anteriores planes de rescate ya fueron polémicos. ¿Qué ocurrirá ahora cuando se hable de aportacion­es a fondo perdido?

Ahora el proceso se centra en definir el alcance, la velocidad de aplicación y el rigor de las condicione­s

El programa se aplicará durante cuatro años, lo que matiza su dimensión como plan de choque

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